“La guerra tuvo un profundo impacto en él” (1:04), desde luego que sí, así como en muchísima otra más gente, en Alemania, que la padeció tanto en el frente como en la retaguardia, pasando hambre y miseria. Y tal cosa yo creo que sobre todo explica su desprecio por la vida humana; es decir, que la misma no la considerase un valor absoluto, sino relativo, cuando bien mejor podría haberse eliminado a todos aquellos que, atrás del frente, favorecían la derrota y, sobre todo, la muerte inútil de sus camaradas (pensamiento este que aparece en “Mi lucha”; no lo estoy inventando yo ahora). No estoy justificando a Hitler, en modo alguno, pero hay que tener también muy presente, a lo largo de toda su trayectoria posterior a 1918, su experiencia personal y subjetiva durante toda la Gran Guerra, de 1914 y 1918 (todo lo que tuvo que ver y sufrir en ella, ya que también tuvo que estar hospitalizado durante largos periodos de tiempo a causa de la misma). Él tuvo que soportar pasivamente la continua pérdida de sus compañeros de armas, al propio tiempo que pensaba que otros (muchísimo más privilegiados y que estaban muy, pero que muy lejos del terror de las trincheras) sí que se merecían la muerte, a causa de lo mal que estaban dirigiendo la guerra. Y de ahí también vendría su absoluto desprecio por el individualismo y los sentimientos más básicos de la persona humana. Carencia de humanidad en que se educó a los alemanes y que para nada sirvió, porque a principios de 1943 ya tendría claro que Alemania acabaría perdiendo la Segunda Guerra Mundial en Europa (la cual él mismo provocó, para vengar el resultado de la primera). Lo que pasa es que para entonces los alemanes (absolutamente deshumanizados por el nazismo) controlaban ya buena parte de Europa, así como un número ingente de enemigos imaginarios, lo que hizo que su continua retirada fuera la más lúgubre expresión de odio y de barbarie que pueda imaginarse. No todo en la historia es al azar; todo tiene su explicación.
“La guerra tuvo un profundo impacto en él” (1:04), desde luego que sí, así como en muchísima otra más gente, en Alemania, que la padeció tanto en el frente como en la retaguardia, pasando hambre y miseria. Y tal cosa yo creo que sobre todo explica su desprecio por la vida humana; es decir, que la misma no la considerase un valor absoluto, sino relativo, cuando bien mejor podría haberse eliminado a todos aquellos que, atrás del frente, favorecían la derrota y, sobre todo, la muerte inútil de sus camaradas (pensamiento este que aparece en “Mi lucha”; no lo estoy inventando yo ahora).
No estoy justificando a Hitler, en modo alguno, pero hay que tener también muy presente, a lo largo de toda su trayectoria posterior a 1918, su experiencia personal y subjetiva durante toda la Gran Guerra, de 1914 y 1918 (todo lo que tuvo que ver y sufrir en ella, ya que también tuvo que estar hospitalizado durante largos periodos de tiempo a causa de la misma). Él tuvo que soportar pasivamente la continua pérdida de sus compañeros de armas, al propio tiempo que pensaba que otros (muchísimo más privilegiados y que estaban muy, pero que muy lejos del terror de las trincheras) sí que se merecían la muerte, a causa de lo mal que estaban dirigiendo la guerra. Y de ahí también vendría su absoluto desprecio por el individualismo y los sentimientos más básicos de la persona humana.
Carencia de humanidad en que se educó a los alemanes y que para nada sirvió, porque a principios de 1943 ya tendría claro que Alemania acabaría perdiendo la Segunda Guerra Mundial en Europa (la cual él mismo provocó, para vengar el resultado de la primera). Lo que pasa es que para entonces los alemanes (absolutamente deshumanizados por el nazismo) controlaban ya buena parte de Europa, así como un número ingente de enemigos imaginarios, lo que hizo que su continua retirada fuera la más lúgubre expresión de odio y de barbarie que pueda imaginarse.
No todo en la historia es al azar; todo tiene su explicación.