Están rotas mis ataduras (Carmen '63) - Camino Neocatecumenal
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- เผยแพร่เมื่อ 10 ก.พ. 2025
- Están rotas mis ataduras, pagadas mis deudas, mis puertas de par en par… ¡Me voy a todas partes! ¡Ganaré mi reino!
Queridos hermanos el poema LXXIV de Fruit-Gathering (La cosecha) reúne muchas notas significativas que explican la cosmovisión de Tagore.
El martes 19 de julio del 2016, en una breve comunicado signado por Kiko Argüello, informaba del fallecimiento de Carmen Hernández, con quien hace más de medio siglo funda darán en las barracas de Palomeras de Vallecas en Madrid, España, unas de experiencias religiosas para laicos, como de los primeros frutos del Concilio Vaticano II; las comunidades del Camino Neocatecumenal. Millones de católicos de todo un mundo ha encontrando una puerta abierta al interior de la Iglesia.
Antes de reflexionar sobre el canto que Carmen pidió a Kiko la hiciera canto, veremos sobre el compositor del mismo. Rabindranath Tagore [1861-1941] fue un poeta y filósofo hindú, también novelista, dramaturgo, músico e incluso pintor. Se crio en una atmósfera cultural patente: era el pequeño de catorce hermanos, entre los que se contaron grandes artistas que supusieron un entorno cultural y literario propicio y cercano. A los diecisiete años fue a estudiar a Inglaterra, hecho que, sin duda, posibilitó su acercamiento lingüístico e ideológico a Europa. Además, su padre, Devendranath Tagore, fue uno de los más relevantes promotores de la conciliación entre cosmologías y religiones, principalmente entre el hinduismo y el cristianismo. El ambiente familiar y las circunstancias que lo rodearon marcarán la orientación filosófica no solo de sus escritos ensayísticos, sino también de los literarios.
Frente al hablante, incomprendido, se presenta al grupo de los “otros”, obstinados por los bienes caducos e infructuosos -monedas y polvo, respectivamente-. Son los enemigos de quien quiere la emancipación de la libertad, del conocimiento verdadero, de la iniciación cristiana.
La palidez de las horas, como realidad sin color, es símbolo del aburrimiento que impregna a los mortales, cuando nada hay trascendente para ellos.
Los dos movimientos básicos que estructuran el poema de Tagore se encuentran en pasajes del Antiguo Testamento: por un lado, la huida, que precisa una liberación previa de las ataduras; por otro lado, el comienzo de un camino que tiene como destino todos los destinos.
El iniciado es, pues, un elegido para anunciar la verdad en todas partes. Son evidentes las reminiscencias bíblicas, especialmente de los Evangelios: “Id a todos los pueblos y haced discípulos a todas las gentes” (Mt 28, 19); “Id por todo el mundo y anunciad la buena nueva del evangelio a toda la humanidad” (Mc 16, 15). Estos versículos, que cierran los dos evangelios citados, pueden provocar paradoja si se comparan con la conclusión del tercero de los sinópticos: “Quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza que os vendrá de arriba” (Lc 24, 49). En el texto de Tagore tenemos la respuesta: primero, el elegido debe esperar su momento; después, partir en camino: el sujeto tagoriano ha sido revestido, ha sido preparado. En efecto, todo se lo encuentra hecho quien se abandona confiado a la misión encargada: alguien ha cortado sus ligaduras, le ha puesto la armadura y le ha preparado las armas.
Tagore y el pensamiento cristiano heredero del Concilio Vaticano
El pensamiento cristiano heredero del Concilio Vaticano descubrió en Tagore llaves muy seductoras para transmitir la necesidad de liberación a través de la luz de la fe. En los años 60, una joven Carmen Hernández, que había sentido una vocación muy fuerte hacia Dios y hacia la misión a las naciones, encontró en el poema comentado la explicación más acertada de su propia experiencia. Por esas fechas se iniciaba, con Kiko Argüello, el padre Mario Pezzi y la mencionada Hernández, el Camino Neocatecumenal. En este contexto se popularizó años más tarde una versión musicada del texto tagoriano, cuyo primer título fue “Carmen 63”, seguramente por el origen de la inspiración que había causado acerca de no tener miedo al tiempo y salir por todo el mundo; de hecho, el poema de Tagore sirve, desde que los catequistas lo descubrieran, para animar a todos aquellos que salen en misión evangélica durante la celebración de la llamada Merkabá.
La profundidad de análisis a la que se presta la obra de Tagore-y de la que hemos visto una pequeña muestra- es posible, seguramente, porque Tagore es uno de los escritores internacionales que con más sencillez y clarividencia ha sabido captar el fondo del alma humana, cifrando con una belleza sobria y concisa algunas de las llaves principales que mueven nuestras actitudes y aspiraciones últimas.
Definitivamente un poema que conmueve no solo el corazón de Carmen.
Ruega por nosotros Carmen Hernández y brille para ella la luz perpetua.
La Paz.