El Señor me ha dado (Tercer canto del siervo de Yahveh) - Camino Neocatecumenal

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  • เผยแพร่เมื่อ 27 พ.ย. 2021
  • Empezando el tiempo de adviento vemos oportuno hablar sobre este canto bellamente arreglado.
    Lo primero que llama la atención es que en este canto ya no habla el Señor. Habla sólo el Siervo. Como si ocurriera algo de aquello que san Ignacio describía como “esconderse la divinidad”. Pero la palabra del Siervo tiene una referencia de fondo que es la acción del Señor. Es fácil distinguir esa referencia por medio de la expresión “mi Señor Yahvé” que es nueva, y que marca claramente tres estrofas en el poema.
    Continúa la situación de crisis aludida en el canto anterior, que ahora parece convertida en crónica. Esta acción del Señor es doble y divide al poema en dos partes desiguales: la primera, coincide con la primera estrofa, y afecta a la misión del Siervo al que capacita para mantenerse en medio de lo que -por comparación con los poemas anteriores- parece un cambio de objetivos, y hoy quizá llamaríamos “un cambio de táctica”. La segunda parte abarca todo el resto del poema y se refiere a la persona misma del servidor. Ambas están unidas por un denominador común: la “terquedad” (o fidelidad) del Siervo. Esto hace ver que este Canto continúa la situación de crisis aludida en el canto anterior, que ahora parece convertida en crónica. Finalmente, aunque los temas son los mismos de los poemas anteriores (en sustancia: la misión-vocación del Siervo, y su persona), están tratados en este canto con un cambio radical de lenguajes, que es lo que mejor nos acerca a la enseñanza del poema. Podemos prescindir de la pregunta técnica sobre si ese cambio es debido a que este tercer Canto es de autor diferente a los otros dos. Sí que parece en cambio probable que ese nuevo lenguaje surgiera de hecho ante la decepción de los judíos una vez repatriados a Jerusalén, tras una espera tan larga y tan ansiosa.
    -En efecto: en contraposición a lo que, en cantos anteriores, era “implantar el derecho y liberar a los cautivos”, encontramos ahora la “palabra de aliento” a los abatidos. En contraposición a lo que antes aparecía como promesa en la que “esperan las islas”, aparece ahora una “escucha
    experimentada”. En contraposición a la “lengua afilada y la espada” aparecen la “lengua de iniciado y el oído abierto”. El Siervo se ha vuelto más experimentado, más maduro. Y en una situación en la que -dicho con nuestro lenguaje- no parece posible el “cambio estructural” porque lo que domina son las agresiones y los ultrajes, sabe el servidor que siguen siendo posibles la escucha y el aliento a los abatidos, pero manteniendo enhiesta “esa gran utopía de la fraternidad”.
    -Este paso a unos objetivos aparentemente más modestos es lo que me he permitido calificar como “postmodernidad” del Siervo de Yahvé, que parecía tan utópico y tan “moderno” en el primer Canto. Pero, a diferencia de nuestra postmodernidad, el Siervo no parece dispuesto a renunciar a su misión: no se va a “echar atrás” sino más bien va a “endurecer su rostro”. Y la fuerza para esa obstinación incomprensible viene dada por las mismas razones con que el Siervo superó su hundimiento en el Canto anterior: la confianza en la cercanía y la ayuda del Señor, que le capacita para plantar cara a una situación humanamente desolada. Si se quiere otra imagen gráfica y actual de ese cambio de objetivos, pensemos en la admirable tenacidad de las madres argentinas de la Plaza de mayo, cuanto ya no podían recobrar a sus hijos desaparecidos. Y luego de pensar en ellas, de verlas dar vueltas en silencio semana tras semana y año tras año, apliquémosles el verso final de este canto: los dictadores, los pinochetistas, los neoliberales... “se consumirán como un vestido y los roerá la polilla”.
    -Por todo esto, más que con nuestra modernidad-postmodernidad, el paralelismo debería hacerse entre estos cantos y la trayectoria histórica de Jesús de Nazaret. Al impulso -y al éxito- inicial de Jesús, comenzó a seguirle una temporada “de nubes” provocada por la no conversión
    del pueblo, la hostilidad de los poderes religiosos y la incomprensión de los discípulos. Ante esos indicios, los evangelios testifican que Jesús se retiraba a orar y acabó en un cierto cambio de táctica: menos predicaciones masivas, menos curaciones que eran malentendidas, algunas salidas “al extranjero” para ocultarse, más dedicación a formar los discípulos, lenguaje en parábolas... Pero todos estos cambios, en modo alguno apartaron a Jesús de su entrega al Reinado de Dios, al que sigue sirviendo obstinadamente y con el rostro endurecido, hasta el momento en que se decide a “subir a Jerusalén” buscando una clarificación de las cosas, que le llevará a un final como el que vamos a ver en el canto siguiente. En medio de esos cambios, la trayectoria de Jesús habrá sido -como la del Siervo- una trayectoria de fidelidad.
    el Siervo se ha vuelto más experimentado..., en una situación en la que no parece posible el cambio siguen siendo posibles la escucha y el aliento.
    Se agradece a David U. por el arreglo de este bello canto.
    ¡La paz!

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