Ruinas del Monasterio de La Salceda ( Guadalajara) 4K

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  • เผยแพร่เมื่อ 20 ก.ย. 2024
  • La Historia
    En la parte más alta del llamado Valle del Infierno, a caballo entre los términos de Tendilla y Peñalver, se encuentran hoy situadas las ruinas evocadoras del convento franciscano de la Salceda. Para quien viaje en automóvil desde Guadalajara a Sacedón, a poco de cruzar a lo largo de Tendilla, y casi coronando las cuestas que la carretera sube hacia la meseta alcarreña, será una sorpresa encontrarse, a la derecha de su camino, los restos llamativos de esta institución eclesiástica de la que haremos un breve recuerdo.
    En aquel lugar, según nos dice la tradición, se apareció la virgen a dos caballeros de la Orden de San Juan, sobre las ramas de un sauce, en ocasión de una tormenta. Y allí pusieron enseguida una pequeña ermita en la que esa talla de la Virgen, muy chiquita de tamaño (dicen que el original es el que se conserva en el altar mayor de la parroquia de Tendilla), con la advocación de Nª Sª de la Salceda, presidió la paulatina construcción de todo un complejo monasterial y eremítico en el que tuvo su asiento el inicio de la reforma franciscana del siglo XIV.
    Fue concretamente el fraile Pedro de Villacreces, quien en el año 1366, decidido a dar consistencia a su ya iniciada reforma observante, pidió las correspondientes autorizaciones a la Orden de San Juan, dueña del territorio, al arzobispo toledano, a los superiores de su orden, y al Papa, y con el visto bueno de todos fundó este convento, en principio muy humilde, acompañado de fray Pedro de Regalada y fray Pedro de Santoyo.
    El edificio
    El conjunto de este gran convento se formaba, de un lado, por las quince ermitas que se distribuían por las laderas del Monte Celia, y que llevaban los nombres de los más famosos frailes que las habitaron. El espacio en que se repartían estaba densamente poblado de sauces, encinas "y grandes asperezas". Los nombres de estas ermitas eran los de San Diego, donde dice la tradición que hacía penitencia San Diego de Alcalá, y a la cual el Papa Paulo III otorgó el privilegio de cuarentenas de perdón para quienes la visitaran determinados días del año; de Santa Ana, de La Concepción, en la que vivió fray Pedro de Gamarra; de la Magdalena, en la que también dice la tradición que se albergó en sus inicios el padre Villacreces; del Santísimo Nombre de Jesús; de San Juan Bautista, en la que el Cardenal Cisneros cuando ejerció de franciscano penitente pasó largas temporadas de meditación; del Triunfo de San Francisco; del Portal de Belén, muy cerca de lo que luego sería capilla de las Reliquias; de la Resurrección; de San Antonio; de Cristo con la Cruz a Cuestas; de las Lágrimas de San Pedro, enla que estuvo el gran protector don Pedro González de Mendoza; y del Calvario; del Descendimiento y del Sepulcro.
    El monasterio propiamente dicho estaba formado por la iglesia, que desde un punto de vista arquitectónico podía incluirse dentro del estilo manierista ó clasicismo escurialense propio de los años finales del siglo XVI. Su diseñador y director pudiera haber sido uno de los arquitectos escuarialenses, Juan García de Alvarado, residente en esa época en Tendilla, ó Juan de la Pedrosa, maestro de obras de las que el arzobispo González de Mendoza realizó en los ámbitos que de él dependían. El autor de la mejor historia de este monasterio, fray Pedro González de Mendoza, nos dejó esta descripción de su portada: rematando en punta, una bola de piedra que della penden y baxan dos cartelas hasta el frisso y bajo ellas embevida a cada lado una campana donde las cartelas rematan con bolas y fajas de piedra y en lo alto dellas y en el espacio que dexan se forma un relox circular y entre las campanas y la ventana que da luz al coro con jambas y dinteles en conformidad con lo demás. Una típica portada, como se entiende, de corte manierista.
    El altar mayor era verdaderamente grandioso y llamativo. Se accedía a él a través de tres gradas y un arco triunfal, cuyo centro estaba ocupado por un sauce esculpido cuyas ramas alojaban muchos ángeles. En lo alto, aparecía un lienzo con la figura de la Asunción y la custodia de la Virgen con las joyas donadas por las señoras de la casa de Pastrana constituyendo el principal punto de referencia del edificio. Lo describía así un cronista de la época: el sauce aparta sus ramas para que no estorve la vista de la Santísima Virgen que está en custodia de oro y plata que se ve desde todas partes, porque la pared que la puede impedir en la parte trasera, es toda de vidrieras con cuya transparencia se goza todo.
    Musica: Whitesand-shadows

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