That's Life: John Dillinger
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- เผยแพร่เมื่อ 18 ธ.ค. 2024
- ‘That's Life’ (1963).
Written by Dean Kay and Kelly Gordon.
Performed by Frank Sinatra. Album ‘That's Life’ (1966).
Period images on John Dillinger.
manuelcerda.com/
En la cárcel, y puesto que era una persona hábil e inteligente, no perdió el tiempo y, además de jugar a béisbol, aprendió de sus compañeros los trucos y recursos para poder atracar bancos. Cuando salió en libertad formó su propia banda, que comenzó a actuar en mayo de 1933.
Eran tiempos muy difíciles para la gran mayoría de la población a causa de los efectos recesivos de la Gran Depresión de 1929. Cómo no, los bancos eran vistos, con razón, como causantes del infortunio económico de millones de trabajadores. Nada menos que 14.500.000 estaban en paro en 1933 y 23.000 personas se suicidaron ese año al no poder soportar más su mísera situación.
En tal estado de cosas, Dillinger pronto fue considerado por esta gran mayoría como un bandido tipo Robin Hood, una especie de ‘bandido social’. “Casi todo el que tome la contra a los opresores y al Estado será con toda probabilidad considerado una víctima, un héroe, o ambas cosas” (E.J. Hobsbawm: “Rebeldes primitivos”, 1959). Y así fue visto Dillinger, además, era guapo y educado y no tardó en convertirse en un ídolo de masas. Si es cierto lo que se cuenta en la película “Enemigos públicos” sobre Dillinger -presume de ser veraz; no lo es del todo-, durante un asalto a una sucursal bancaria un hombre que iba a depositar el dinero en ella fue a entregárselo y Dillinger le dijo que se lo quedase, que él solo robaba a los bancos, no a la gente.
A partir de aquí, se suceden los asaltos a los bancos y las detenciones. Dillinger fue capturado dos veces, pero las dos consiguió escapar. “Una cárcel es como una nuez con un gusano dentro. El gusano siempre puede salir”, dijo, o dicen que dijo. John Edgar Hoover -un pájaro de mucho cuidado (lideró más tarde la caza de brujas emprendida por el senador McCarthy), que por entonces estaba empeñado en ‘modernizar’ la Oficina de Investigación (BOI, Bureau of Investigations), predecesora del FBI, y crear leyes interestatales que impidiesen que un fugitivo de la ley no pudiera ser detenido en un Estado que no fuese aquel en el que había cometido un ‘delito’- lo declaró “enemigo público número uno” y puso precio a su cabeza: “diez mil dólares para quien lo entregue, vivo o muerto, y cinco mil para quien facilite una pista que permita su captura”. La captura de Dillinger se convirtió en su principal objetivo, en su obsesión. Vio en ello su trampolín para ascender en su carrera profesional y lo cierto es que lo aprovechó. Usó todas las artimañas posibles y finalmente consiguió que una de sus amigas, Anna Sage, madame de un prostíbulo local, le confesara su paradero si no quería ser inmediatamente deportada a su país natal, Rumanía.
El 22 de julio de 1934, cuando Dillinger salía del Biograph Theater (Chicago) tras ver la película “Manhattan Melodrama” (“El enemigo público número 1”), fue acribillado a balazos. Se le atribuyeron 26 asesinatos cometidos, mas lo cierto es que Dillinger, según algunos historiadores, no mató a nadie. Sí sus compañeros. La cifra, por otra parte, es exagerada y, ¿qué quieren que les diga?, los muertos fueron agentes de ‘la ley’ que trataban de detener a él y a sus colegas. Si uno se declara conscientemente un ‘fuera de la ley’ lo que hace en esta situación es defenderse. Ni más ni menos. Es cuestión de la posición en que cada uno se sitúe.