Ruta circular de unos diez kilómetros por la villa de Aracena, de ocho mil habitantes, en el Parque Natural de la Sierra homónima. Nos movemos desde dos promontorios naturales que sobresalen en su término: al este, el cerro del castillo, de 749 metros de altitud; y al oeste, el Cerro de San Ginés, de 869 m. Ambos enclaves forman parte de la banda gallega, fortificaciones que protegían Sevilla de los ataques portugueses. Las ermitas, además de una función religiosa, en ocasiones tenían una función militar. El Cerro del Castillo fue el núcleo original del poblamiento de Aracena, que luego se fue expandiendo hacia el valle. La mayor parte del sendero transcurre por castaños, que ocupan 5.000 de las 187 000 hectáreas del parque. El sendero transcurre por unos caminos realmente espectaculares: o bien vamos entre castaños o bien descendemos a través del monte mediterráneo desde el cerro de San Ginés. En la cumbre del cerro están los restos de la ermita abandonada de San Ginés de la Jara, un edificio de estilo neoclásico construido en el siglo XVIII sobre otra del siglo XIII. La devoción al Santo se remonta a la Edad Media, cuando se extendió su culto entre los labradores y los ganaderos de la región, que veían en él un protector de los cultivos y de los animales. Esta ermita se construyó por los repobladores castellanos y leoneses que llegaron a la Sierra de Huelva. En San Ginés cuentas con unas vistas preciosas, de 360 grados, sobre el entorno. Ves perfectamente la villa de Aracena y también la de Linares de la Sierra, pese a encontrarse en un valle escondido. Regresamos a Aracena por el barrio de Aracenilla, que se encuentra en las afueras. En el primer tercio del siglo XX se construyeron sus edificios más emblemáticos, obra del arquitecto sevillano Aníbal González, padre del regionalismo andaluz, y patrocinados por Sánchez Dalp, marqués de Aracena. Aracenilla fue un complejo residencial de ocho viviendas siguiendo el modelo de Ciudad Jardín.