De la mano de las almas oscuras | Triángulo De Amor Bizarro

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Rafael Mallo, batería, mueve lentamente el cuello y comprueba las cervicales. Todo en su sitio. La banda acaba de tocar “Lo hispano marcha / La banca paga”. Son tres minutos y diez segundos de tormenta eléctrica del inminente “Victoria mística” (Mushroom Pillow, 2013), que se publicará meses después. Aunque no tienen a nadie enfrente, Triángulo de Amor Bizarro no han escatimado un solo rayo. Los únicos testigos son las cámaras, parapetadas prudentemente tras el cristal de la pecera del estudio. “Es que nosotros tocamos así siempre”, dice Rafa meses después, cuando le preguntamos por esa mañana en La Casa Murada. Porque todo eso, los rayos y los truenos y las cervicales puestas a prueba, ocurre a media mañana.
Triángulo de Amor Bizarro llegaron la noche antes directamente del caserón solitario en A Coruña que es su lugar de encuentro, de ensayo y de resistencia, a otra casa, más vieja, también aislada, ésta en el Penedès. Recuerda Rafa que se sintieron cómodos en La Casa Murada porque en el fondo era un espacio parecido al suyo. Un lugar donde comer, charlar, reponer fuerzas y hacer música juntos. No les hemos visto nunca ensayar en su encierro de A Branqueiro, pero sospechamos que no puede ser muy distinto a tenerles delante en un concierto. Si nos lo preguntan a nosotros, diremos que Triángulo de Amor Bizarro solo pueden ser de una manera. Duros, furiosos, precisos, urgentes pero sin prisas. Esa mañana en La Casa Murada descargaron tres tormentas, empaquetaron sus máquinas de rayos, se montaron en la furgoneta y se fueron rumbo a su siguiente parada, el Let’s Festival de L’Hospitalet, donde tocaban ese mismo día. Nos cuentan los que estuvieron que fue como si se abriesen los cielos. Nosotros les creemos.