La vida no tiene precio sino en tanto que es gloriosa. Simón Bolívar A LOS CAÍDOS EN ACCIÓN Por Coronel Héctor José Corredor Cuervo Ariel, Heberto, Jorge, Pedro, Eduardo, José… naciste una mañana con sol agricultor, en humilde cabaña que había trabajado un padre generoso con alma y con amor. Creciste con penurias en un templo sagrado aprendiendo desde niño a ser trabajador, a conseguir el pan con el sudor amasado y a proseguir a Jesús como el Gran Salvador. En escuela de pueblo, como habías soñado, supiste las hazañas del gran Libertador, quien trituró cadenas de aquel tirano osado que mancillaba el suelo e imponía el terror. Sufriste en carne propia el dolor del desplazado que abandona parcelas con tristeza y pavor huyendo del hermano que se vuelve malvado y que siembra en el campo semillas de dolor. Frente a un Crucifijo, de tu madre heredado, prometiste un gran día pelear con valor contra un temible adversario que ya había hollado valores de patria, de lealtad y de honor. En plena adolescencia te formaste soldado, atendiendo el llamado y del pueblo su clamor, y juraste ante Dios luchar por lo que es sagrado hasta ofrendar la vida con pasión sin temor. Así, una mañana triste, de día nublado, junto a esta bandera cumpliste al Redentor esa bella promesa de noble ciudadano de morir por su pueblo como gran soñador. Te fuiste hasta la gloria por Colombia inmolado dejando a camaradas en completo estupor, con el alma afligida y el cuerpo lacerado al hacer despedida con salvas y tambor. En este monumento hoy está representado un héroe de patria con noble corazón que entregó la vida como él había jurado guerreando por la paz y por lograr la unión.
La vida no tiene precio sino en tanto que es gloriosa. Simón Bolívar
A LOS CAÍDOS EN ACCIÓN
Por Coronel Héctor José Corredor Cuervo
Ariel, Heberto, Jorge, Pedro, Eduardo, José…
naciste una mañana con sol agricultor,
en humilde cabaña que había trabajado
un padre generoso con alma y con amor.
Creciste con penurias en un templo sagrado
aprendiendo desde niño a ser trabajador,
a conseguir el pan con el sudor amasado
y a proseguir a Jesús como el Gran Salvador.
En escuela de pueblo, como habías soñado,
supiste las hazañas del gran Libertador,
quien trituró cadenas de aquel tirano osado
que mancillaba el suelo e imponía el terror.
Sufriste en carne propia el dolor del desplazado
que abandona parcelas con tristeza y pavor
huyendo del hermano que se vuelve malvado
y que siembra en el campo semillas de dolor.
Frente a un Crucifijo, de tu madre heredado,
prometiste un gran día pelear con valor
contra un temible adversario que ya había hollado
valores de patria, de lealtad y de honor.
En plena adolescencia te formaste soldado,
atendiendo el llamado y del pueblo su clamor,
y juraste ante Dios luchar por lo que es sagrado
hasta ofrendar la vida con pasión sin temor.
Así, una mañana triste, de día nublado,
junto a esta bandera cumpliste al Redentor
esa bella promesa de noble ciudadano
de morir por su pueblo como gran soñador.
Te fuiste hasta la gloria por Colombia inmolado
dejando a camaradas en completo estupor,
con el alma afligida y el cuerpo lacerado
al hacer despedida con salvas y tambor.
En este monumento hoy está representado
un héroe de patria con noble corazón
que entregó la vida como él había jurado
guerreando por la paz y por lograr la unión.
heroes caidos en combate.