El Alfarero y el Barro (El Hombre Caído) por George Whitefield

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  • เผยแพร่เมื่อ 3 ต.ค. 2024
  • El Alfarero y el Barro
    George Whitefield
    Jeremías 18:1-6 -- "Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor, diciendo: Levántate y desciende a la casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Entonces descendí a la casa del alfarero, y he aquí que él hacía una obra en las ruedas. Y la vasija que había hecho de barro se estropeó en la mano del alfarero; así que volvió a hacer otra vasija, como al alfarero le pareció bien hacerla. Entonces vino a mí la palabra del Señor, diciendo: Casa de Israel, ¿no puedo hacer con vosotros como este alfarero? dice el Señor. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel".
    En diversas ocasiones y de diferentes maneras, Dios se complació en hablar a nuestros padres por medio de los profetas, antes de hablarnos a nosotros en estos últimos días por medio de su Hijo. A Elías, se le reveló por medio de una vocecita tranquila. A Jacob, por medio de un sueño. A Moisés, le habló cara a cara. A veces se complacía en enviar a un profeta favorito a cumplir alguna misión especial; y mientras estaba así empleado, le concedía un mensaje particular, que se le ordenaba entregar sin reservas a todos los habitantes de la tierra. Un ejemplo muy instructivo de este tipo lo tenemos registrado en el pasaje que ahora se les lee. El primer versículo nos informa de que fue una palabra o un mensaje que vino inmediatamente del Señor al profeta Jeremías. No se nos dice
    en qué momento, o cómo estaba empleado el profeta cuando llegó. Tal vez, mientras oraba por aquellos que no querían orar por sí mismos. Tal vez, cerca de la mañana, cuando estaba durmiendo o reflexionando en su cama. Porque la palabra vino a él, diciendo: "Levántate". ¿Y qué debía hacer al levantarse? Debe "bajar a la casa del alfarero" (el profeta sabía dónde encontrarla) "y allí (dice el gran Jehová) te haré oír mis palabras." Jeremías no consulta con la carne y la sangre, no se opone a que esté oscuro o haga frío, ni desea que le den allí su mensaje, sino que sin la menor vacilación obedece inmediatamente a la visión celestial. "Entonces (dice) bajé a la casa del alfarero, y he aquí que hacía una obra sobre las ruedas". Justo cuando entraba en la casa o taller, el alfarero, al parecer, tenía una vasija sobre su rueda. ¿Y había algo tan extraordinario en esto,
    para que fuera introducido con la palabra "He aquí"? ¿Qué visionario soñador, o entusiasta supersticioso, sería considerado este Jeremías, incluso por muchos que leen sus profecías con aparente respeto, si estuviera vivo ahora? Pero esta no era la primera vez que Jeremías había escuchado del cielo de esta manera. Por lo tanto, obedeció de buena gana; y si tú o yo lo hubiéramos acompañado a la casa del alfarero, creo que lo habríamos visto en silencio, pero esperando intensamente a su gran y omnisapiente Comandante, para saber por qué lo había enviado allí. Me parece que lo veo muy atento. Se da cuenta de que "la vasija era
    de barro", pero cuando la tenía en la mano y giraba el torno para darle una forma determinada, "se estropeó en las manos del alfarero" y, por consiguiente, no era apta para el uso que antes pretendía darle. ¿Y qué pasa con esta vasija estropeada? Al estar así estropeada, supongo que el alfarero, sin la menor imputación de injusticia, podría haberla tirado a un lado, y tomar otra pieza de arcilla en su lugar. Pero no lo hizo. "Volvió a hacer otra vasija". ¿Y acaso el alfarero convocó a un consejo de sus empleados domésticos para preguntarles qué clase de vasija le aconsejarían que hiciera con ella? No, de ninguna manera.
    "Volvió a hacer otra vasija, como le pareció bien al alfarero hacerla".

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