Zamoranos en la memoria. Marcelino Centeno. Hostelero, Bar Bambú

Desde el cariño de todos, Marce.
Desde la duda razonable de no ponernos de acuerdo de donde vienen las denominaciones de perdices o tiberios. Desde el apetito de mojar la salsa de los tiberios hasta dejarlos practicamente limpios. Desde la invención de regar con una cucharadita de salsa de tiberio la tapa de perdiz.
Querido Marce, me conociste desde que era niño y me preparabas el bocadillo de media mañana como monaguillo titular de la Iglesia de San Esteban. Pero este recuerdo no se debe a haberme ayudado a matar el hambre mañanero. Este recuerdo es por tu sonrisa perpetua, por tus atenciones de décadas y por tu amistad inquebrantable.
A Marcelino Centeno que nos enseño que un tiberio era también un emperador romano y que para pillar perdices no había que coger la escopeta. Con amistad eterna.