Durante mucho tiempo me tragué mis emociones, sentía miedo al expresarme, dudaba constantemente, hasta de mí. Me sentía mal por tan solo ser.
Empecé a apagar mi voz interna y me desconecté de todo. Sentía un gran vacío interior.
Llené mi voz interna de cosas de fuera, que cuando se desmoronaban hacían tambalearme.
Había perdido mi paz.
Enfermé mentalmente, con pensamientos repetitivos y autodestructivos.
Enfermé emocionalmente con mucho miedo y ansiedad.
Enfermé físicamente, con migrañas crónicas.
Enfermó mi espíritu con una sensación de desesperanza, me había identificado con el sufrimiento.
Un acto de valentía por amor a mi hijo hizo que quisiera salir de ese estado.
Empecé a escuchar lo que me estaba ocurriendo y poner voz propia a cada rincón de mí. Desde ese lugar de autenticidad pude expresarme al mundo. Desde la desconexión total, cree un lugar interno amable y seguro desde el que poder vivir contando siempre conmigo, conociéndome, cuidándome y respetándome.
¿Alguna vez has sentido tanto miedo que has intentado evitarlo y este ha tomado más fuerza?
¿Tienes pensamientos repetitivos de autocrítica y culpa continua, que no te permiten estar en paz?
¿Has parado alguna vez a relacionarte contigo y ver que necesitas?
¿Te has silenciado por miedo o inseguridad a expresar tu verdad?