Recuerdo una vez en que me encontré en una discusión bastante acalorada con un compañero de trabajo. Estábamos debatiendo sobre la mejor forma de abordar un proyecto, y ambos teníamos ideas completamente opuestas. Él hablaba con mucha pasión, casi con enojo, intentando imponer su punto de vista. Yo, por mi parte, sentía que tenía argumentos sólidos, pero algo en mi interior me dijo que era mejor guardar silencio. Así que en lugar de seguir peleando, me quedé callado, escuchando atentamente cada palabra que decía. Él interpretó mi silencio como una señal de que estaba ganando, y siguió insistiendo en su idea. Pero lo que sucedió después fue interesante. Mi jefe, que había estado observando la discusión desde el fondo, intervino. No para apoyar a mi compañero, como este había esperado, sino para señalar que había notado mi actitud calmada y mi disposición a escuchar, y que eso era precisamente lo que necesitábamos en ese proyecto: alguien que supiera cuándo hablar y cuándo escuchar. Al final, mi jefe decidió que seguiríamos mi propuesta, no porque yo la defendiera con gritos o por insistencia, sino porque demostré tener la paciencia y la capacidad de escuchar. Desde entonces, he aprendido que a veces, el silencio es más poderoso que cualquier palabra, y que elegir cuándo hablar y cuándo callar puede marcar la diferencia entre ganar o perder una discusión.
Recuerdo una vez en que me encontré en una discusión bastante acalorada con un compañero de trabajo. Estábamos debatiendo sobre la mejor forma de abordar un proyecto, y ambos teníamos ideas completamente opuestas. Él hablaba con mucha pasión, casi con enojo, intentando imponer su punto de vista. Yo, por mi parte, sentía que tenía argumentos sólidos, pero algo en mi interior me dijo que era mejor guardar silencio.
Así que en lugar de seguir peleando, me quedé callado, escuchando atentamente cada palabra que decía. Él interpretó mi silencio como una señal de que estaba ganando, y siguió insistiendo en su idea. Pero lo que sucedió después fue interesante. Mi jefe, que había estado observando la discusión desde el fondo, intervino. No para apoyar a mi compañero, como este había esperado, sino para señalar que había notado mi actitud calmada y mi disposición a escuchar, y que eso era precisamente lo que necesitábamos en ese proyecto: alguien que supiera cuándo hablar y cuándo escuchar.
Al final, mi jefe decidió que seguiríamos mi propuesta, no porque yo la defendiera con gritos o por insistencia, sino porque demostré tener la paciencia y la capacidad de escuchar. Desde entonces, he aprendido que a veces, el silencio es más poderoso que cualquier palabra, y que elegir cuándo hablar y cuándo callar puede marcar la diferencia entre ganar o perder una discusión.
Gracias por la información de El vídeo saludos cordiales feliz tarde para todos ustedes ❤🎉❤🎉❤🎉❤🎉❤🎉❤
Gracias ❤
Gracias por todo lo que me das amén
MUCHAS GRACIAS GRACIAS GRACIAS POR LA ENSEÑANZA PARA SEGUIR SIENDO FELIZ Y POSITIVA EN MI VIDA
Gracias por todo lo que me dices así es la verdad dé mi vida amen amen
Wow esto confirma mi actitud. Gracias 🎉
El sabio, CALLA ‼️‼️‼️
🙊🙊🙊🙊🙊🙊