ALMONTE (LOS CABEZUDOS) - HUELVA

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  • เผยแพร่เมื่อ 3 ก.ย. 2016
  • ¿Cómo puede estar ocurriendo esto?. Tristeza y algo de alegría, eternos púgiles, fue lo que sentimos cuando pisamos tierra en Los Cabezudos.
    Ese día quisimos conocer parte de la ruta “Senderos de Poblados Forestales”, uno de los recorridos que Medio Ambiente (Junta de Andalucía) propone para Doñana.
    Vamos a olfatear un poco el pasado, la historia, de este poblado forestal.
    Los Cabezudos se encuentra en el término municipal de Almonte (Huelva), a unos 14 kilómetros casi equidistante entre Almonte y El Rocío.
    Hasta que se cumplió el primer cuarto del siglo XX, fue Cabezudos una más de las fincas olvidadas e insalubres, un territorio sin pedigrí.
    Fue por los felices años veinte cuando una serie de compañías extranjeras comenzaron a aterrizar por allí con idea de sacarle producto a lo aparentemente improductivo. “Forestal de Villarejo” fue la empresa que terminó asentándose en el territorio con más fuerza. Los holandeses enclavaron el corazón de sus plantaciones en una loma de relativa altura, asiento anterior de una casa de guardas; construyeron una auténtica mansión, junto a ella una serie de barracones y chozas donde vivían los braceros con sus familias, un huerto y un gallinero, aparte de las instalaciones técnicas, y sobre todo, el vivero y el arboreto.
    “Los holandeses” eran la familia Burgers, de tradición calvinista, formada por un matrimonio con dos hijas y un varón, don Tomás.
    Al terminar la guerra civil, los holandeses intentaron mantener su empresa, pero era algo demasiado suculento para un régimen famélico, arrogante y arbitrario: madera rápida y barata, producto de muchos años de trabajo e investigación.
    Terminaron por hacerles la vida imposible hasta que, finalizando los años cuarenta se vieron obligados a venderles, la ahora finca floreciente, al Estado. Les echaron.
    En 1.947 pasó a ser propiedad de Estado. Es entonces cuando el Patrimonio Forestal se hizo cargo de la explotación y comenzaron a construirse las primeras casas.
    Este poblado, al igual que el de Bodegones y otros del entorno, como La Mediana, El Abalario y Mazagón, más pequeños en tamaño, fueron centros de vida y trabajo en la época de repoblación de pinos y, principalmente eucaliptos, de los años cincuenta en adelante.
    Los Cabezudos contó durante los cuarenta años que estuvo habitado, con un colegio (más otro que no llegó a estrenarse), un consultorio médico, una cantina, un comercio de ultramarinos, un pequeño casino y una iglesia, que fue bendecida e inaugurada el 24 de abril de 1.954 por el obispo Cantero Cuadrado, bajo la advocación de Nuestra Señora de Fátima, todo ello sigue en pie hoy día; llegó a albergar algo más del millar de habitantes.
    Como anécdota, comentar que la Reina de España, cuando visitó El Rocío con las Infantas, pernoctaba en el chalet del Ingeniero Forestal, actualmente abandonado.
    Con el traspaso de competencias, del antiguo Patrimonio Forestal del Estado pasó a manos de la Junta de Andalucía.
    Todos estos poblados forestales fueron despoblados, alegando la Junta que se encontraban dentro de Doñana, y que el mantenimiento era costoso, y que una vez que los trabajadores que allí se alojaban finalizaron su relación laboral con la Junta (según Medio Ambiente), no tenían derecho a seguir viviendo allí. Bodegones fue derruido; las viviendas de Los Cabezudos, desalojadas.
    Este micro mundo se desvanece cada año por dos tiempos, el inexorable cronológico y el implacable meteorológico que cada invierno descarga su furia sobre él, pero la mayor causa de su desaparición es el abandono humano, la desidia de todos los que hemos permitido que todo esto se pierda, y deberíamos hacer algo ya, porque es parte de nuestra historia y nuestro patrimonio, antes de que sea demasiado tarde.
    A veces el vuelo nos proporciona una perspectiva que no la observamos a pie del camino. Esta vez fue soledad, abandono, tristeza. Parecíamos estar en una isla en la que habíamos naufrago por culpa de la intempestiva petulancia de los que saben crear pero nunca supieron mantener, entre otras cosas porque jamás tampoco tuvieron la intención de hacerlo.
    El Sr. Castro se encargo de amansar a los pistoleros fantasmas que pululaban por el lugar.
    (Notas: algunas imágenes y vídeos han podido ser cedidos por amigos y colaboradores del canal pero siempre sin ánimo de lucro).

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