Una puesta en escena majestuosa en la India Antigua Por Laura Falcoff Marius Petipa llegó a San Petersburgo en 1847 con un contrato transitorio como bailarín del Ballet Imperial Mariinski. Tenía 29 años, un considerable recorrido como intérprete, y varias creaciones propias en diferentes teatros europeos. Su carrera se había iniciado muy temprano y se forjó en una familia en la que padres e hijos se consagraron enteramente a la danza. Tres décadas más tarde, cuando estrenó La Bayadera, Marius Petipa era la figura más poderosa de los Ballets Imperiales en su doble rol de director y de maître de ballet. Radicado en Rusia para siempre, ya había iniciado la gran era que recibió su nombre y que se prolongaría hasta comenzado el siglo XX. Aún más: sus obras más famosas, en realidad un puñado entre las casi cincuenta que creó, integran hasta hoy y de una manera prácticamente excluyente, el repertorio de todas las grandes compañías de ballet del mundo. La gran producción de Petipa abarcó trabajos inspirados en cuentos de hadas, en temas históricos -aunque nunca encarados de una manera muy rigurosa-, en relatos clásicos de Grecia y Roma antiguas, en regiones o países lejanos y en sus danzas nacionales. España, por ejemplo, donde había vivido, fue una de sus locaciones favoritas y dio origen a varias obras, entre ellas el celebérrimo Don Quijote. Aquellas categorías no son demasiado estrictas porque muchos de los ballets de Petipa las superponen o las mezclan, pero más allá de la fuente que las originó, la mayor parte de sus creaciones fueron encaradas por el coreógrafo franco-ruso como grandes puestas en escena, plenas de efectos colosales y, en cierto modo, complacientes con el gusto del público petersburgués. En varias oportunidades, la elección temática de Petipa fue influida por lo que circulaba en ese particular momento de la vida social: un viaje de exploración al Polo Norte, muy comentado en los periódicos de la época, inspiró La hija de las nieves; una visita del Príncipe de Gales a la India dio como resultado la creación de La Bayadera. Pero la India antigua era, por otra parte, un tema al que coreógrafos del período romántico francés ya habían recurrido; brahmanes y bailarinas sagradas poblaron los ballets de muchos creadores a partir del éxito de la ópera El dios y la bayadera, estrenado en 1830 con coreografía de Filippo Taglioni. El propio hermano de Petipa, Lucien, había montado en París en 1858 su Sakuntala, sobre un drama del poeta clásico hindú Kalidasa, que fue también el punto de partida de La Bayadera de 1877. El argumento de La Bayadera permitió a Petipa la creación de escenas imponentes, ayudadas por una maquinaria escénica muy perfeccionada: el surgimiento de un palacio o el colapso del templo del último acto; así como también puso en escena muchas danzas pintorescas, gracias a esa fértil imaginación coreográfica que lo caracterizaba. Hay que destacar la escena del Reino de las Sombras -que hasta hoy se erige como una joya extraordinaria del ballet académico-: treinta y seis bailarinas entran a escena por un plano inclinado, una por una, reproduciendo una misma y muy breve secuencia de pasos. El efecto acumulativo de estas entradas sucesivas tiene algo de hipnótico y, curiosamente, también una gran modernidad. La Bayadera fue extraordinariamente exitosa desde el momento de su estreno y permaneció en el repertorio de la compañía de San Petersburgo y a lo largo del período soviético, aunque siendo objeto de muchas revisiones. La escena del Reino de las Sombras del Acto III fue presentado separadamente, por primera vez, en Moscú en 1927. Rudolf Nureyev hizo un montaje propio fuera de Rusia y también Natalia Makarova, en 1974, repuso el Acto de las Sombras para el American Ballet Theater. La versión integral de Makarova forma parte del repertorio del American Ballet Theatre, del Royal Ballet de Londres, del Ballet Real de Suecia, de la Scala de Milán y también del Teatro Colón a partir de 1992.
Una puesta en escena majestuosa en la India Antigua
Por Laura Falcoff
Marius Petipa llegó a San Petersburgo en 1847 con un contrato transitorio como bailarín del Ballet Imperial Mariinski. Tenía 29 años, un considerable recorrido como intérprete, y varias creaciones propias en diferentes teatros europeos. Su carrera se había iniciado muy temprano y se forjó en una familia en la que padres e hijos se consagraron enteramente a la danza. Tres décadas más tarde, cuando estrenó La Bayadera, Marius Petipa era la figura más poderosa de los Ballets Imperiales en su doble rol de director y de maître de ballet. Radicado en Rusia para siempre, ya había iniciado la gran era que recibió su nombre y que se prolongaría hasta comenzado el siglo XX. Aún más: sus obras más famosas, en realidad un puñado entre las casi cincuenta que creó, integran hasta hoy y de una manera prácticamente excluyente, el repertorio de todas las grandes compañías de ballet del mundo.
La gran producción de Petipa abarcó trabajos inspirados en cuentos de hadas, en temas históricos -aunque nunca encarados de una manera muy rigurosa-, en relatos clásicos de Grecia y Roma antiguas, en regiones o países lejanos y en sus danzas nacionales. España, por ejemplo, donde había vivido, fue una de sus locaciones favoritas y dio origen a varias obras, entre ellas el celebérrimo Don Quijote. Aquellas categorías no son demasiado estrictas porque muchos de los ballets de Petipa las superponen o las mezclan, pero más allá de la fuente que las originó, la mayor parte de sus creaciones fueron encaradas por el coreógrafo franco-ruso como grandes puestas en escena, plenas de efectos colosales y, en cierto modo, complacientes con el gusto del público petersburgués. En varias oportunidades, la elección temática de Petipa fue influida por lo que circulaba en ese particular momento de la vida social: un viaje de exploración al Polo Norte, muy comentado en los periódicos de la época, inspiró La hija de las nieves; una visita del Príncipe de Gales a la India dio como resultado la creación de La Bayadera.
Pero la India antigua era, por otra parte, un tema al que coreógrafos del período romántico francés ya habían recurrido; brahmanes y bailarinas sagradas poblaron los ballets de muchos creadores a partir del éxito de la ópera El dios y la bayadera, estrenado en 1830 con coreografía de Filippo Taglioni. El propio hermano de Petipa, Lucien, había montado en París en 1858 su Sakuntala, sobre un drama del poeta clásico hindú Kalidasa, que fue también el punto de partida de La Bayadera de 1877. El argumento de La Bayadera permitió a Petipa la creación de escenas imponentes, ayudadas por una maquinaria escénica muy perfeccionada: el surgimiento de un palacio o el colapso del templo del último acto; así como también puso en escena muchas danzas pintorescas, gracias a esa fértil imaginación coreográfica que lo caracterizaba. Hay que destacar la escena del Reino de las Sombras -que hasta hoy se erige como una joya extraordinaria del ballet académico-: treinta y seis bailarinas entran a escena por un plano inclinado, una por una, reproduciendo una misma y muy breve secuencia de pasos. El efecto acumulativo de estas entradas sucesivas tiene algo de hipnótico y, curiosamente, también una gran modernidad.
La Bayadera fue extraordinariamente exitosa desde el momento de su estreno y permaneció en el repertorio de la compañía de San Petersburgo y a lo largo del período soviético, aunque siendo objeto de muchas revisiones. La escena del Reino de las Sombras del Acto III fue presentado separadamente, por primera vez, en Moscú en 1927. Rudolf Nureyev hizo un montaje propio fuera de Rusia y también Natalia Makarova, en 1974, repuso el Acto de las Sombras para el American Ballet Theater. La versión integral de Makarova forma parte del repertorio del American Ballet Theatre, del Royal Ballet de Londres, del Ballet Real de Suecia, de la Scala de Milán y también del Teatro Colón a partir de 1992.
Reparto
Nikiya, La Bayadera
Camila Bocca (17, 20, 28)
Rocío Agüero (18, 22, 27, 29)
Victoria Wolf (19, 26)
Solor, rico sultán y renombrado guerrero
Federico Fernández (17, 20, 28)
Juan Pablo Ledo (18, 27, 29)
Gerardo Wyss (19, 26)
Jiva Velázquez (22)
Gamzatti, hija del Rajá
Ayelén Sánchez (17, 20, 26, 28)
Beatriz Boos (18, 22, 27, 29)
Rocío Agüero (19)
Gran Brahmán
Nahuel Prozzi (17, 19, 20, 26, 29)
Marcone Fonseca (18, 22, 27, 28)
Raja Dugmanta
Igor Vallone (17, 19, 20, 26, 28)
Igor Gopkalo (18, 22, 27, 29)
Fakir Madgavaia
Emanuel Abruzzo (17, 19, 20, 26, 28)
Yosmer Carreño (27, 29)
Juan Luis Fernández* (18, 22)
Ídolo de oro
Jiva Velázquez (17, 20, 26, 29)
Yosmer Carreño (18, 22)
Francisco Rojas (19)
Alan Pereyra (27, 28)