Lección 186, UCDM

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  • เผยแพร่เมื่อ 3 ต.ค. 2024
  • LECCIÓN 186
    De mí depende la salvación del mundo.
    1. He aquí la afirmación que algún día erradicará de toda mente todo vestigio de arrogancia. 2He aquí el pensamiento de la verdadera humildad, que no te adjudica ninguna otra función, excepto la que se te ha encomendado. 3Este pensamiento supone tu aceptación del papel que te fue asignado, sin insistir en que se te asigne otro. 4No emite juicios acerca de tu papel. 5Tan sólo reconoce que la Voluntad de Dios se hace tanto en la tierra como en el Cielo. 6Une todas las voluntades de la tierra en el plan celestial para la salvación del mundo y les restituye la paz del Cielo.
    2. No nos opongamos a nuestra función. 2No fuimos nosotros quienes la establecimos. 3No fue idea nuestra. 4Se nos han proporcionado los medios para desempeñarla perfectamente. 5Lo único que se nos pide es que aceptemos nuestro papel con genuina humildad y que no neguemos con aire de falsa arrogancia que somos dignos de él. 6Poseemos la fuerza necesaria para hacer lo que se nos pide llevar a cabo. 7Nuestras mentes están perfectamente capacitadas para desempeñar el papel que nos asignó Uno que nos conoce bien.
    3. Puede que la idea de hoy te parezca bastante seria, mientras no entiendas su significado. 2Lo único que dice es que tu Padre todavía te recuerda y te ofrece la perfecta confianza que tiene en ti, Su Hijo. 3No te pide que seas en modo alguno diferente de como eres. 4¿Qué otra cosa sino esto podría pedir la humildad? 5¿Y qué otra cosa sino eso podría negar la arrogancia? 6Hoy no dejaremos de cumplir nuestro cometido con la engañosa excusa de que es un insulto a la modestia. 7Es el orgullo el que se niega a responder a la Llamada de Dios.
    4. Hoy dejaremos a un lado todo vestigio de falsa humildad para poder escuchar a la Voz de Dios revelarnos lo que desea que hagamos. 2No pondremos en duda nuestra capacidad para llevar a cabo la función que nos ofrezca. 3Sólo estaremos seguros de que Él conoce nuestras fuerzas, nuestra sabiduría y nuestra santidad. 4Y si nos considera dignos, es que lo somos. 5Es sólo la arrogancia la que opina lo contrario.
    5. Hay una manera, y sólo una, de liberarte del encarcelamiento al que te ha llevado tu plan de querer probar que lo falso es verdadero. 2Acepta en su lugar el plan que tú no trazaste. 3No juzgues si eres o no merecedor de él. 4Si la Voz de Dios te asegura que la salvación necesita que desempeñes tu papel y que la totalidad depende de ti, ten por seguro que así es. 5Los arrogantes tienen que aferrarse a las palabras, temerosos de ir más allá de ellas y de experimentar lo que podría poner en entredicho su postura. 6Los humildes, en cambio, son libres para oír la Voz que les dice lo que son y lo que deben hacer.
    6. La arrogancia forja una imagen de ti que no es real. 2Ésa es la imagen que se estremece y huye aterrorizada cuando la Voz que habla por Dios te asegura que posees la fuerza, la sabiduría y la santidad necesarias para ir más allá de toda imagen. 3Tú, a diferencia de la imagen de ti mismo, no eres débil. 4No eres ignorante ni impotente. 5El pecado no puede mancillar la verdad que mora en ti, ni la aflicción puede acercarse al santo hogar de Dios.
    7. Esto es lo que te dice la Voz que habla por Dios. 2Y según Él te habla, la imagen se estremece e intenta atacar la amenaza que le resulta desconocida, al sentir que sus cimientos se derrumban. 3Déjala ir. 4La salvación del mundo depende de ti y no de ese pequeño montón de polvo. 5¿Qué podría esa imagen decirle al santo Hijo de Dios? 6¿Por qué tiene él que preocuparse por ella en absoluto?
    8. Y así hallamos nuestra paz. 2Aceptaremos la función que Dios nos encomendó, pues toda ilusión descansa sobre la absurda creencia de que podemos inventar otra función para nosotros. 3Los papeles que nosotros mismos nos hemos auto-asignado son cambiantes y parecen oscilar entre la aflicción y la dicha extática del amor y de amar. 4Podemos reír o llorar, recibir el día felizmente o bien con lágrimas. 5Nuestro estado de ser parece cambiar según experimentamos múltiples cambios de humor, y nuestras emociones nos remontan hacia lo alto o nos estrellan contra el suelo sumiéndonos en la desolación.
    9. ¿Es éste el Hijo de Dios? 2¿Habría podido Él crear semejante inestabilidad y llamarla Su Hijo? 3Aquel que es inmutable comparte Sus Atributos con Su Creación. 4Ninguna de las imágenes que Su Hijo aparenta forjar afecta lo que él es. 5Éstas revolotean por su mente como hojas arrastradas por el viento, formando diseños fugaces que luego se desbandan sólo para volverse a agrupar hasta que finalmente se dispersan; 6o como los espejismos que se ven surgiendo del polvo en el desierto.

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