ความคิดเห็น •

  • @MegaArutnev
    @MegaArutnev 4 ปีที่แล้ว

    Parece ser que no se vivia mal antes de la guerra civil.
    Supongo que al subir el precio del carbón, la industria decayó años después ¿no?

  • @pablobenitez8577
    @pablobenitez8577 5 ปีที่แล้ว +2

    Hola, Antonio. Soy uno de los bisnietos de Emilio Pascual. ¿Sabes decirme algo del cuadro que aparece al principio del video? En mi familia tenemos uno parecido, de la portada del cine de día, pero no sabía que había otros. Ni siquiera se el nombre del pintor. Muchas gracias!

    • @macnonolxt
      @macnonolxt 4 ปีที่แล้ว

      Es el cine Pascualini pintado por el primo de Pablo Ruiz Picasso , Manuel Blasco y Alarcon, que añade la historia a sus láminas.. :"Después del misterioso fonógrafo, con la voz en conserva, nada fue más original y milagroso que la aparición del cinematógrafo. Hombres Y mujeres en movimiento, coches rodando, niños y animales a saltos, personajes gesticulantes, asuntos de novela con vida y emoción, la quieta fotografía que se animaba; era el mundo, sus lugares Y personas que llegaban misteriosamente a nosotros trepidando por un foco de luz encendida a nuestra espalda. Se llamó el milagro del siglo,
      olvidándonos, ya por conocidos, de la luz eléctrica, del auto y el gramófono.
      En Málaga, un italiano, Pascualini, fue el pionero al establecer, allá por el año cinco o seis, una barraca en la Plaza de la Merced, donde por diez céntimos la entrada exhibía las primeras cintas que iba recibiendo. A pesar de las oscilaciones, cortes y nebulosas, aquellas imágenes en
      movimiento con vida propia, causaron la admiración de las gentes.
      Al principio las personas serias, arrastradas por la curiosidad, entraban un poco vergonzosas por creerlo cosas de niño, pero pronto, en una época en que apenas existían diversiones, fue ganando la admiración Y la voluntad de los mayores. Este mismo Pascualini, ya por el año ocho o nueve, inaugura una barraca de gran calidad, aunque de madera y chapas metálicas, al final de la Alameda de Carlos Haes. En el pórtico de la barraca luce una preciosa orquesta de bellos muñecos engalanados con trusa, jubón, golilla y birrete empenachado al uso de trovadores del renacimiento, que mueven sus brazos, hacen sonar címbalos y triángulos moviendo la cabeza y cintura al compás de la música. A un lado y otro, Pascualini y su esposa, encaramados en altos sillones, despachan las entradas: treinta céntimos la preferencia Y quince céntimos la general.
      La Alameda de Carlos Haes, perpendicular a la Alameda Principal, fue abierta en la misma fecha que ésta y según la traza arquitectónica de ella. Era un tramo de calle amplia pero muy corta pues terminaba en el bosque de eucaliptos del Muelle de Heredia. En la mano izquierda, la última manzana, edificio de piedra y ladrillo visto, era el Banco de España y a su lado levantó su barraca, en pleno bosque, el Cine Pascualini.
      Aunque en las primeras décadas del siglo empezaron a prodigarse los cines -el Moderno en un piso alto de la Plaza de los Moros; por el año trece el Victoria en el Plaza de' la Merced; después, en 1915 se convierte en cine el Teatro Principal y algunos otros más-, sin embargo el primero y cine por antonomasia fue este Pascualini. Allí empezaron las películas, aún sin letreros, y un espíquer iba cantando a viva voz los diálogos y explicando las escenas: - «Ahora el Conde se arrodilla a los pies de la Marquesa y por la puerta del fondo entra el Marqués ... » de pronto la película se ha cortado y el salón queda a oscuras; el espíquer, sin perder la calma, grita «Lucha de negros en un túnel» el público ríe y patea; vuelven temblando las figuras a la pantalla y prosigue el
      espectáculo.
      En un cartelón escrito a mano figuraba el programa. Se daban noticias de la guerra de Melilla, con la toma del Gurugú en 1909, huelgas y salidas de las fábricas en Barcelona, trenes humeantes, personal paseando a saltitos, ciclistas rodando, bandas municipales gesticulantes Y otras muchas noticias; pero el gran acontecimiento fueron las películas de novelas que ganan la voluntad del público y dejan los ánimos en suspenso cuando se trata de series «El coche núme-
      ro 13», «Jimi-Sanson», «Nik Carter», «La moneda rota», «Fantornas», «Rocambole», «Búfalo Bill», «El Conde de Montecristo» Y tantas otras que nos hicieron soñar a niños y mayores esperando el
      siguiente capítulo.
      Entonces el público tomaba parte activa en la representación; podían oírse suspiros, sollozos, comentarios a viva voz y los chiquilos de entrada general, en arrebatos de entusiasmo, gritaban al bueno: «Anda, corre que te,pillan ... » «Cuidado con la puerta» ... , «Dispárate ... » o injuriaban al malo, ¡canalla!, ¡cobarde! ¡granuja!. Las voces atronaban la sala no dejando oír al espíquer que se desgañitaba explicando la escena. Estas intervenciones espontáneas del público debieran ser el natural diálogo en lo que hoy se llama «Café-teatro».
      Ya se han consagrado dos palabras, películas y cinematógrafo Y los niños lloran y patalean para conseguir que los lleven al estreno del Pascualini.
      Las carcajadas atruenan el local cuando hace sus piruetas con rostro imperturbable MaxLinder o el Bocazas. Nada tan ingenioso y sorprendente como los trucos de la primera época, que hoy nos deleitan y asombran en las reposiciones del «Cine rancio». Esas locomotoras que parten en dos un coche, aquellos automóviles que atraviesan el muro de una casa apareciendo en el salón de visitas o se desvían oportunamente en el momento preciso del atropello; persecuciones con sorpresas yesos blancos merengazos estrellados en las caras del «gordo y el menuíllo».
      Va avanzando el tiempo y en las películas con letreros van apareciendo las estrellas; la famosa Bertini que se mueve en forma ondulante y aprovecha todas las columnas y esquinas para refregarse, dando comienzo a los primeros planos. Estos movimientos cimbreantes de la Bertini se pusieron de moda y fueron imitados por nuestras damas vampiresas. Valga el inciso, yo tuve ocasión de tratarla personalmente, aún mujer atrayente, por los años treinta y nueve o cuarenta, cuando estuvo en Málaga tratando de vender unos cuadros renacentistas y venía acompañada de su hijo, la novia de éste, y del fascista belga León Degrelle, escondido entonces en España.
      Por los años quince surge el genio del cinematógrafo Charles Chaplin, «Charlot», que a la par nos hace reír y nos enternece; es el amigo de todos. Epoca heroica del cinematógrafo, grandes
      éxitos del Pascualini que va dando a conocer, en competencia con otras salas de proyección, las estrellas del firmamento cinematográfico: Perla Blanca, Mary Pickford, Bety Nielsen y tantas otras que a más de distraernos constituyen amores secretos y románticos.
      La primera guerra europea desfila por las pantallas en noticiarios y después en novelas escenificadas. Aparecen los grandes filmes (nueva palabra del argot cinematográfico), los grandes productores, actores y actrices de máxima categoría; Sarah Bernhardt, Eleonora Duse y Emma Gramatica no se desdoran en bajar al plató y pronto lucirán los astros del «Cine» (será esta plabra sincopada la etiqueta del nuevo arte), Rodolfo Valentino, Gloria Swanson, Marion Davis, los
      Barrimore ... Greta Garbo.
      Ya en la segunda década del siglo, con el café, el casino y el teatro, es el cine la diversión más generalizada y atrayente. En consecuencia con las nuevas salas más lujosas y mejor acondicionadas, el Pascualini seguirá siendo cinematógrafo barato y popular, lugar de cita de criadas y soldados (media entrada), amantes de tapadillo y pandillas de zagalones.
      Un personaje popular en los cines y muy especial en el Pascualini, fue el «calador», palabra ordinaria para designar a los hombres desaprensivos que, aprovechando la oscuridad, tanteaban las regiones magras de las mujeres. Esta afición tenía sus quebrantos, pues algunas señoras que defendían sus partes pudendas, se armaban de un alfiler grande, de cabeza negra Y daban un estoconazo al atrevido, no siendo raro escuchar, en el silencio de la oscuridad, algún que otro grito de dolor. Había señoras más flamencas que solían arrear un sonoro guantazo. Se dio el caso de una dama que al sentirse tocada volteó la mano con iracundia largando el sopapo ... pero el «calador» hábilmente se había escurrido en las sombras y el guantazo lo recibió un pobre señor viejo y con dos muletas. Peligro de hacer el bien y no mirar a quien.
      Al salir de las apreturas del cine, caldeado por el vaho humano, era de rigor taparse la boca con la bufandita o simplemente con el moquero, las personas mayores con la capa, las mujeres con la toquilla y las señoras con el boá, pues según decían las mamás y las niñeras, las pulmonías estaban rondando en la calle. [Niño tápate la boca!

    • @macnonolxt
      @macnonolxt 4 ปีที่แล้ว

      Aunque Blasco se equivocaba con Emilio Pascual al adjuducarle Italia como patria

    • @macnonolxt
      @macnonolxt 4 ปีที่แล้ว

      tiene dos volumenes con láminas que se siguen encontrando..la malaga de principios de siglo

    • @macnonolxt
      @macnonolxt 4 ปีที่แล้ว

      la malaga de principios de siglo se llaman los dos volumenes con láminas