La Casa Montañesa - Casa llana y casa con pajareta - Cantabria en 4K

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  • เผยแพร่เมื่อ 6 ก.ย. 2024
  • Cuando nos adentramos en Cantabria, además del paisaje, nos asombra su arquitectura con sus torres medievales, castillos, palacios y casonas barrocas montañesas, que ya hemos visto en anteriores capítulos. Pero también descubrimos casas llanas y casas pajaretas, que son la esencia del patrimonio civil de Cantabria.
    La casa montañesa, es una forma de construcción tradicional de La Montaña, que se extendía en el norte de España por esta comunidad, el oriente de Asturias y el norte de Castilla y León. La historia de los siglos XVI, XVII y XVIII, nos habla de la introducción del maíz, la emigración a américa, la ganadería o la explotación de la madera, que contribuyeron al gran cambio arquitectónico rural en esta comunidad autónoma.
    Las más antiguas del siglo XVI son las casas llanas de piedra “renacentistas”, de una sola altura, planta rectangular y tejado a dos aguas que se prolongaba para configurar el portalón o soportal, con un gran arco de medio punto, o también apuntado de tradición gótica, para acceder a la vivienda. Su distribución interior es sencilla, de espacios abiertos con un hogar con cocina-comedor y otra zona que compartían personas y rebaños, dividida por una pared de varas de avellano trenzadas.
    En el siglo XVII, evolucionó a la llamada casa con pajareta o protosolana, con una solana de poca altura, cerrada por una celosía de madera, ganando espacio habitable al desván para almacenar y secar las cosechas como el maíz, y realizar la función de los hórreos. Esta pajareta como pequeño granero, evolucionó más tarde a la “solana”, o balconada de la segunda planta que funcionaba como secadero, siendo el modelo posterior de arquitectura rural de la región.
    A finales del siglo XVII y durante el siglo XVIII, alcanzó su máxima expresión en el barroco, añadiéndose elementos decorativos, escudos, tallas en la madera de balcones y aleros o rejería de forja. El capital indiano, procedente de los que hicieron fortuna en América, impulsó estos edificios en el siglo XIX, construyendo casonas, y sufragando parte de los edificios religiosos. A finales del XIX y primer tercio del XX, tuvieron una mayor difusión popularizándose en Cantabria este tipo de arquitectura regionalista.
    En la fachada principal se emplea piedra de sillería de gran tamaño, en esquinales y marcos de puertas. El resto de muros son de mampostería, fácil de manejar, cubierta con enlucido y encaladas con colores blancos, azulados o rojos, dejando a la vista la sillería. Ahora, ese enlucido tiende a desaparecer, dejando al descubierto la mampostería.
    La orientación de las casas solía ser Sur-Sureste, abiertas al sol y a la luz, y se iban adosando formando hileras, que compartían uno de los muros, llamado “muro medianil”. Las de mayor entidad, las casonas, solían estar aisladas. En esta fachada principal, a través de un soportal, zaguán o estragal con arcos de medio punto, se accedía a la vivienda y a uno o dos cuartos llamados lateral o del peregrino, la cuadra, la bodega, la despensa o la cocina, aunque esta muchas veces estaba en la primera planta. Este soportal tenía profundidad suficiente para dar cobijo al carro, aperos y leña, y también para realizar tareas como la deshoja y desgrano del maíz o las alubias a resguardo de las inclemencias meteorológicas. Desde él, una escalera permitía subir al piso superior. A veces, existián patines para acceder directamente desde el exterior a la planta superior.
    En la primera planta están los dormitorios. Los dos principales y la sala central daban a la solana, el balcón corrido con barandilla de madera que ocupaba toda la fachada, donde en cada tramo se abren la puerta o ventanas para dar luz al interior, y que se protege del viento y la lluvia con muros cortavientos en los laterales de la misma fábrica que la fachada, que también dan sostén a un alero superior muy saliente, y están rematados en su parte inferior con una moldura a modo de ménsula en forma de talón. Los muros, en su parte superior, suelen estar rematados por molduras toscas de perfiles clásicos, y sirven de apoyo a las vigas del borde para la sujeción de los canes que configuran el alero, cuya madera, barnizada en marrón oscuro, lleva labores de talla y torno.
    En la primera planta también se encuentra el tascón o pajar y los tabiques interiores solían ser de madera, pero recientemente se han ido sustituyendo por ladrillo. El tejado es a dos aguas, con teja árabe y aleros de madera, que protegen el desván. Los elementos decorativos tallados en piedra los encontramos en los pilares del soportal, dinteles de puertas y ventanas.
    Estas construcciones típicas, seña de identidad de Cantabria, estuvieron originariamente vinculadas al uso agrícola y ganadero, con un diseño de rasgos muy definidos, junto con los materiales empleados en su edificación. Ahora se han convertido muchas en casas rurales y apartamentos turísticos, pudiendo disfrutar de ellas por toda la comunidad.

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