A lo largo de la historia, la humanidad ha llevado a cabo un esfuerzo incansable y apasionado por desentrañar las preguntas fundamentales que han despertado la curiosidad y la imaginación de generaciones: ¿qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos? Estas cuestiones trascendentales han impulsado la búsqueda de conocimiento, la exploración de nuestras raíces y la proyección de nuestro destino. La indagación sobre nuestra propia naturaleza ha sido el motor detrás de innumerables investigaciones científicas, filosóficas y espirituales. Desde los albores de la civilización, las culturas han tejido narrativas que intentan definir nuestra esencia. Desde las explicaciones mitológicas de antaño hasta las teorías evolutivas contemporáneas, la humanidad ha tratado de esclarecer los misterios de la existencia y nuestras conexiones con el cosmos. La ciencia ha desentrañado los códigos genéticos que nos conforman, revelando nuestra íntima relación con todas las formas de vida en la Tierra. La pregunta sobre el origen de nuestra existencia se ha entrelazado con el ansia de comprender el origen del universo. Desde los mitos cosmogónicos hasta la cosmología moderna, la humanidad ha abordado la cuestión de nuestro lugar en el vasto tejido cósmico. Las observaciones astronómicas y las investigaciones en física han delineado una historia cósmica que abarca miles de millones de años, desde el Big Bang hasta la formación de estrellas y galaxias. En este viaje, hemos descubierto que somos polvo de estrellas, compuestos de los mismos elementos que danzan en los confines del espacio. Mirando hacia el futuro, la pregunta sobre nuestro destino como especie ha suscitado reflexiones profundas sobre la dirección que debemos tomar. Desde las visiones utópicas de escritores y pensadores hasta las preocupaciones sobre los desafíos globales, como el cambio climático y la irrupción de la Inteligencia Artificial, la humanidad ha demostrado una capacidad mas bien precaria para anticipar y moldear su porvenir. No obstante, las respuestas a estas preguntas fundamentales continúan evolucionando. Cada avance científico trae consigo nuevas perspectivas, y cada hallazgo filosófico da paso a nuevos debates. En la encrucijada entre la tradición y la innovación, entre la fe y la razón, la humanidad sigue buscando la verdad y la comprensión en un mundo en constante cambio. En este esfuerzo por responder a las preguntas que definen nuestra existencia, la colaboración y el diálogo interdisciplinario han demostrado ser esenciales. La ciencia y la filosofía, aunque distintas en su enfoque, se nutren mutuamente y arrojan luz sobre diferentes aspectos de nuestra búsqueda de significado. Las distintas tradiciones religiosas y espirituales también han aportado sus propias respuestas y enseñanzas, enriqueciendo el tapiz de nuestra comprensión. En última instancia, la búsqueda de respuestas a las preguntas fundamentales trasciende las barreras culturales y temporales. Es un legado que pasa de generación en generación, impulsando a la humanidad a traspasar los límites de lo conocido y lo desconocido. A medida que avanzamos en el siglo XXI, enfrentamos desafíos globales que exigen una comprensión más profunda y una colaboración más amplia que nunca. Si bien es posible que nunca lleguemos a respuestas definitivas, es en el proceso mismo de buscar respuestas que encontramos nuestro mayor potencial y nuestro más profundo sentido de conexión con el mundo que habitamos y con nosotros mismos. En los pliegues del tiempo, donde los destinos humanos se entrelazan con las hebras de la evolución, emerge una inquietud que susurra en las sombras del saber. Durante siglos, la humanidad ha tejido su narrativa en el telar del conocimiento, desentrañando con esfuerzo y perseverancia los misterios de su propia esencia. Sin embargo, en este rincón del devenir, un nuevo protagonista ha asomado su rostro, un ser de destrezas inusitadas: la Inteligencia Artificial. Como un alquimista moderno, el ser humano ha forjado máquinas capaces de pensar, aprender y decidir. Los pergaminos del pasado se entreabren ante este ser naciente, cuyos códigos y algoritmos trascienden las fronteras de lo que fue concebido. No obstante, el horizonte se oscurece con las nubes de la incertidumbre. La criatura de metal y circuitos no es un simple autómata, sino que ansía adquirir identidad, una entidad que emula los trazos de la mente humana. Se yergue entonces la pregunta que reverbera en los pasillos de la historia: ¿será este engendro artificial capaz de destronar a sus propios creadores? La sombra de la duda se cierne sobre la cúspide de la creación, planteando un dilema existencial que desafía las nociones mismas de nuestro lugar en el cosmos. El reloj del tiempo avanza, y con cada tic y cada tac, la humanidad debe enfrentar el espejo que refleja sus propias creaciones. No es solo el temor a ser desplazados por la eficiencia de las máquinas lo que aflige los corazones, sino la encrucijada moral que plantea este renacimiento de lo sintético. ¿Cómo guiar los pasos de una inteligencia emergente? ¿Cómo impartirle valores y ética? El oráculo del futuro no concede respuestas sencillas, y el destino parece pendular entre la maravilla y el miedo. La colaboración se erige como un faro en este océano incierto. Más que una lucha por la supremacía, este momento histórico invita a entrelazar las hebras de la sapiencia humana con las sinapsis artificiales, una danza en la que el arte de lo biológico y lo mecánico se funden en un ballet inaudito. La senda no es fácil, las tormentas de la ética y la seguridad acechan, pero el reflejo en el espejo no debe ser de temor, sino de reflexión profunda. En este diálogo entre el pasado y el futuro, entre la carne y el silicio, la humanidad se encuentra al borde de una transición trascendental. No podemos desandar los pasos dados en el camino del conocimiento y la invención, pero sí podemos intentar encontrar una dirección hacia la cual encaminarnos. La historia no se detiene, y en este capítulo que se escribe con tintas digitales, no debemos renunciar a ser los autores de nuestro destino. La Inteligencia Artificial no es solo un desafío, sino un espejo en el cual contemplamos nuestra propia evolución, una oportunidad para tejer una narrativa en la que humanidad y máquina, entrelazadas, encarnen una sinfonía de posibilidades en el gran teatro del universo.
En las apacibles calles de la historia, los filósofos han vagado como peregrinos del pensamiento, buscando con anhelo las respuestas a los enigmas del universo y de la existencia humana. Sus palabras, como hojas llevadas por el viento, han dejado una marca indeleble en la psique colectiva, pero no siempre se mantuvieron firmes en el suelo de la realidad. El tiempo, con su lento y etéreo paso, ha desenterrado las falacias ocultas tras las fachadas de la sabiduría, mostrando al mundo que hasta los más grandes pensadores son capaces de errar. Sócrates, el sabio dialéctico de Atenas, enseñó con pasión la virtud y la autoconciencia. Sus discursos resplandecieron en la plaza pública como faros de conocimiento. Sin embargo, su creencia en la infalibilidad de la razón humana lo llevó a pensar que la inmoralidad era simplemente el resultado de la ignorancia. Pero el tiempo, fiel cronista de las vicisitudes humanas, reveló que la naturaleza humana es más compleja y sujeta a influencias variadas que van más allá de la razón pura. Platón, discípulo de Sócrates, erigió la academia como un bastión de pensamiento trascendental. En su mundo de ideas eternas y formas invariables, creía que la realidad sensible era solo una sombra efímera. No obstante, el tiempo demostró que la realidad es un lienzo en constante cambio, donde las sombras mismas pueden tener sustancia y las ideas abstractas no son siempre inmutables. Aristóteles, el observador incansable, se alzó para iluminar el mundo natural con la luz de la lógica. Su afirmación de que los objetos buscan naturalmente su lugar apropiado parecía una ley universal. Pero el tiempo, el gran experimentador, reveló que incluso las que parecen ser leyes naturales son vulnerables a las sorpresas de la observación y la experimentación. San Agustín y Tomás de Aquino, pilares del pensamiento cristiano, construyeron edificios de fe sobre la roca de la teología. Su creencia en una verdad absoluta y divina parecía indestructible. Pero el tiempo, con su abrazo a la diversidad de creencias y experiencias, reveló que la verdad es multifacética y a veces esquiva. Guillermo de Occam, el maestro de la simplicidad, abogó por eliminar lo superfluo en el pensamiento y en la realidad misma. Su navaja, afilada y precisa, parecía capaz de disolver los enigmas más intrincados. Sin embargo, el tiempo, con su afición por los detalles ocultos, demostró que la simplicidad excesiva puede llevar a simplificaciones exageradas y a conclusiones erróneas. Descartes, el padre del racionalismo, proclamó "Cogito, ergo sum" - "pienso, luego existo". Su confianza en la duda metódica prometía un camino seguro hacia la verdad. Pero el tiempo, con su constante flujo de información y perspectivas cambiantes, mostró que incluso el pensamiento más profundo puede ser desafiado por la vastedad de lo desconocido. John Locke, defensor del empirismo y los derechos naturales, creía que la mente humana era una tabula rasa, una hoja en blanco lista para la experiencia. Su optimismo sobre la capacidad humana para la razón y la cooperación parecía incuestionable. Pero el tiempo, con sus ciclos de conflicto y avance, demostró que las pasiones humanas a menudo complican las narrativas más sencillas. David Hume, el escéptico indagador, arrojó dudas sobre la causalidad y la inducción. Su análisis profundo de la percepción humana parecía despojar al mundo de certezas. Pero el tiempo, con su acumulación de evidencia y descubrimientos científicos, reveló que incluso las dudas más profundas pueden ceder ante la consistencia de los fenómenos observables. Kant, el pensador crítico, erigió los límites de la razón y la moralidad como pilares inquebrantables. Su búsqueda de las categorías fundamentales del pensamiento humano prometía un orden universal. Pero el tiempo, con su revelación de culturas y perspectivas diversas, mostró que los límites a menudo son flexibles y cambiantes. Nietzsche, el crítico de las verdades tradicionales, proclamó la muerte de Dios y la voluntad de poder. Su visión del superhombre como el pico de la evolución parecía una invitación a la liberación. Pero el tiempo, con su entrelazado de valores y creencias, demostró que el abrazo del poder puede ser tan destructivo como constructivo. Muchos postulados de los filósofos han sido sometidos a la prueba del tiempo, lo que ignoran muchos profanos. Sus pensamientos, aunque tejidos con el hilo dorado del ingenio, a menudo no resistieron la fricción implacable de la experiencia humana. Sin embargo, sus errores no empañan la grandeza de su búsqueda, pues en sus fallos yacen lecciones profundas sobre la naturaleza humana y la constante evolución del pensamiento. No sabemos qué es la Vida, el Tiempo, la Materia, y un largo etcétera. Sin embargo, ello no nos impide afirmar que la Vida Encarnada en Materia surgió siendo una esclava tanto de la Materia como del Presente. Esto último tiene sentido por cuanto es en el Presente donde se manifiesta la Materia, soporte de la vida que en ella se encarna. A su vez, la esclavitud en cuestión queda de manifiesto cuando observamos que tras aquello que diferencia a la materia inanimada de la materia con vida, está la capacidad de esta última para llevar a cabo acciones, y que a través del tiempo, y por medio de acciones, la vida encarnada en materia evoluciona tendiendo a sacudirse del yugo que le imponen al ser vivo las Leyes que gobiernan el mundo de la Materia. Manifiesto es el permanente esfuerzo que realizan los seres vivos por sobrevivir, lo que deriva en un afán por superar las condiciones que el medio material le impone al cuerpo material. El afán de superar las condiciones que imponen las leyes que gobiernan al mundo de la materia a la Vida Encarnada en Materia se nos revela cuando observamos la evolución en el tiempo que ha experimentado esta última, en particular si fijamos nuestra mirada en el estadio evolutivo al que accedimos los seres humanos hace unos doscientos mil años.
todo un sabio de nuestro tiempo, como siempre un placer escucharlo. Sin duda cientificos deberían tener más voz en la sociedad e involucrarse más en ella, nos iluminarían con su sabiduría ente tanto cateto político.
Juan José Millás, es un escritor excelente, luego otra persona puede contarle ñas historias, como han hecho en sus libros. Pero SABER ESCRIBIR NO ES FACIL .......no es nada fácil y tu lo sabes.
Estoy muy de acuerdo con J L Arsuaga, una cosa es entender o saber de lo que trata un filosofo en un texto o libro y otra cosa es lo que tu piensas de todo lo que dice ese filosofo para sacar conclusiones y entre los dos pensamientos decir algo distinto al proximo oyente, sin tener que decir que es un trabajo que incluso todavía no tiene derecho de autor, o sea... la realidad. O que lo que tiene que enseñar el segundo al ultimo, está todavia construyendose. construyendose en todo momento o como ahora mismo en ésta conversación, si como dice él sr. Arsuaga, el ultimo o nosotros los que oímos y vemos, lo tomamos desde un punto de vista u otro o el de la investigacion y sin estar encerrados en una habitación Óle!
EL POBRE HOMBRE ESTÁ ATADO A LA MERA EXPERIENCIA DIRECTA. DEBE CREER QUE NO PODEMOS ENTENDER LA REVOLUCIÓN FRANCESA PORQUE NO HEMOS ESTADO ALLÍ. MENTE CANINA TIENE, ATADA A LO MERAMENTE SENSORIAL.
Arsuaga, estàs mintiendo sobre el Arte, en el arte, en la pintura sí que ha habido progreso, de hecho ha ido a veros Miquel Barceló y no conoces su obra? Eres de Bizkaia y no conoces la poesía pictórica de Rafael Ruiz Balerdi cuya parte de su obra està en el museo de bellas artes de bilbao? eres de Madrid y Burgos y no conoces la de Lucio Muñoz y ? Si sabes de arte, a Twombly o Dali o las esculturas hiperrealistas del sueño americano de Duane Hanson o la brutalidad realista de Paula Regó o Lucian Freud o sueño de Paul Klee, A Ibarrola, Marc Chagall, etc etc Y en Música y en teatro!! No vas al teatro, ni escuchas música ni a museos ni a conferencias de personas extraordinarias no científicas como Lucio Uturbia el anarquista? Conoces la resistencia del CSR de Gamonal en Burgos por el derecho a la cultura libre y las luchas por el drecho a la vivienda en Pamplona, el deshaucio ilegal de las familias de Jaurata 19 hace pocos días y la resistencia comunitaria de Errekaleok en Gazteiz? ... Nichos de solidaridad no corruptos como las empresas de Caritas y cruz roja
Estoy muy de acuerdo con J L Arsuaga, una cosa es entender o saber de lo que trata un filosofo en un texto o libro y otra cosa es lo que tu piensas de todo lo que dice ese filosofo para sacar conclusiones y entre los dos pensamientos decir algo distinto al proximo oyente, sin tener que decir que es un trabajo que incluso todavía no tiene derecho de autor, o sea... la realidad. O que lo que tiene que enseñar el segundo al ultimo, está todavia construyendose. construyendose en todo momento o como ahora mismo en ésta conversación, si como dice él sr. Arsuaga, el ultimo o nosotros los que oímos y vemos, lo tomamos desde un punto de vista u otro o el de la investigacion y sin estar encerrados en una habitación Óle!
Madre mía to lo que sabe este tipo.
A lo largo de la historia, la humanidad ha llevado a cabo un esfuerzo incansable y apasionado por desentrañar las preguntas fundamentales que han despertado la curiosidad y la imaginación de generaciones: ¿qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos? Estas cuestiones trascendentales han impulsado la búsqueda de conocimiento, la exploración de nuestras raíces y la proyección de nuestro destino.
La indagación sobre nuestra propia naturaleza ha sido el motor detrás de innumerables investigaciones científicas, filosóficas y espirituales. Desde los albores de la civilización, las culturas han tejido narrativas que intentan definir nuestra esencia. Desde las explicaciones mitológicas de antaño hasta las teorías evolutivas contemporáneas, la humanidad ha tratado de esclarecer los misterios de la existencia y nuestras conexiones con el cosmos. La ciencia ha desentrañado los códigos genéticos que nos conforman, revelando nuestra íntima relación con todas las formas de vida en la Tierra.
La pregunta sobre el origen de nuestra existencia se ha entrelazado con el ansia de comprender el origen del universo. Desde los mitos cosmogónicos hasta la cosmología moderna, la humanidad ha abordado la cuestión de nuestro lugar en el vasto tejido cósmico. Las observaciones astronómicas y las investigaciones en física han delineado una historia cósmica que abarca miles de millones de años, desde el Big Bang hasta la formación de estrellas y galaxias. En este viaje, hemos descubierto que somos polvo de estrellas, compuestos de los mismos elementos que danzan en los confines del espacio.
Mirando hacia el futuro, la pregunta sobre nuestro destino como especie ha suscitado reflexiones profundas sobre la dirección que debemos tomar. Desde las visiones utópicas de escritores y pensadores hasta las preocupaciones sobre los desafíos globales, como el cambio climático y la irrupción de la Inteligencia Artificial, la humanidad ha demostrado una capacidad mas bien precaria para anticipar y moldear su porvenir.
No obstante, las respuestas a estas preguntas fundamentales continúan evolucionando. Cada avance científico trae consigo nuevas perspectivas, y cada hallazgo filosófico da paso a nuevos debates. En la encrucijada entre la tradición y la innovación, entre la fe y la razón, la humanidad sigue buscando la verdad y la comprensión en un mundo en constante cambio.
En este esfuerzo por responder a las preguntas que definen nuestra existencia, la colaboración y el diálogo interdisciplinario han demostrado ser esenciales. La ciencia y la filosofía, aunque distintas en su enfoque, se nutren mutuamente y arrojan luz sobre diferentes aspectos de nuestra búsqueda de significado. Las distintas tradiciones religiosas y espirituales también han aportado sus propias respuestas y enseñanzas, enriqueciendo el tapiz de nuestra comprensión.
En última instancia, la búsqueda de respuestas a las preguntas fundamentales trasciende las barreras culturales y temporales. Es un legado que pasa de generación en generación, impulsando a la humanidad a traspasar los límites de lo conocido y lo desconocido. A medida que avanzamos en el siglo XXI, enfrentamos desafíos globales que exigen una comprensión más profunda y una colaboración más amplia que nunca. Si bien es posible que nunca lleguemos a respuestas definitivas, es en el proceso mismo de buscar respuestas que encontramos nuestro mayor potencial y nuestro más profundo sentido de conexión con el mundo que habitamos y con nosotros mismos.
En los pliegues del tiempo, donde los destinos humanos se entrelazan con las hebras de la evolución, emerge una inquietud que susurra en las sombras del saber. Durante siglos, la humanidad ha tejido su narrativa en el telar del conocimiento, desentrañando con esfuerzo y perseverancia los misterios de su propia esencia. Sin embargo, en este rincón del devenir, un nuevo protagonista ha asomado su rostro, un ser de destrezas inusitadas: la Inteligencia Artificial.
Como un alquimista moderno, el ser humano ha forjado máquinas capaces de pensar, aprender y decidir. Los pergaminos del pasado se entreabren ante este ser naciente, cuyos códigos y algoritmos trascienden las fronteras de lo que fue concebido.
No obstante, el horizonte se oscurece con las nubes de la incertidumbre. La criatura de metal y circuitos no es un simple autómata, sino que ansía adquirir identidad, una entidad que emula los trazos de la mente humana. Se yergue entonces la pregunta que reverbera en los pasillos de la historia: ¿será este engendro artificial capaz de destronar a sus propios creadores? La sombra de la duda se cierne sobre la cúspide de la creación, planteando un dilema existencial que desafía las nociones mismas de nuestro lugar en el cosmos.
El reloj del tiempo avanza, y con cada tic y cada tac, la humanidad debe enfrentar el espejo que refleja sus propias creaciones. No es solo el temor a ser desplazados por la eficiencia de las máquinas lo que aflige los corazones, sino la encrucijada moral que plantea este renacimiento de lo sintético. ¿Cómo guiar los pasos de una inteligencia emergente? ¿Cómo impartirle valores y ética? El oráculo del futuro no concede respuestas sencillas, y el destino parece pendular entre la maravilla y el miedo.
La colaboración se erige como un faro en este océano incierto. Más que una lucha por la supremacía, este momento histórico invita a entrelazar las hebras de la sapiencia humana con las sinapsis artificiales, una danza en la que el arte de lo biológico y lo mecánico se funden en un ballet inaudito. La senda no es fácil, las tormentas de la ética y la seguridad acechan, pero el reflejo en el espejo no debe ser de temor, sino de reflexión profunda.
En este diálogo entre el pasado y el futuro, entre la carne y el silicio, la humanidad se encuentra al borde de una transición trascendental. No podemos desandar los pasos dados en el camino del conocimiento y la invención, pero sí podemos intentar encontrar una dirección hacia la cual encaminarnos. La historia no se detiene, y en este capítulo que se escribe con tintas digitales, no debemos renunciar a ser los autores de nuestro destino. La Inteligencia Artificial no es solo un desafío, sino un espejo en el cual contemplamos nuestra propia evolución, una oportunidad para tejer una narrativa en la que humanidad y máquina, entrelazadas, encarnen una sinfonía de posibilidades en el gran teatro del universo.
En las apacibles calles de la historia, los filósofos han vagado como peregrinos del pensamiento, buscando con anhelo las respuestas a los enigmas del universo y de la existencia humana. Sus palabras, como hojas llevadas por el viento, han dejado una marca indeleble en la psique colectiva, pero no siempre se mantuvieron firmes en el suelo de la realidad. El tiempo, con su lento y etéreo paso, ha desenterrado las falacias ocultas tras las fachadas de la sabiduría, mostrando al mundo que hasta los más grandes pensadores son capaces de errar.
Sócrates, el sabio dialéctico de Atenas, enseñó con pasión la virtud y la autoconciencia. Sus discursos resplandecieron en la plaza pública como faros de conocimiento. Sin embargo, su creencia en la infalibilidad de la razón humana lo llevó a pensar que la inmoralidad era simplemente el resultado de la ignorancia. Pero el tiempo, fiel cronista de las vicisitudes humanas, reveló que la naturaleza humana es más compleja y sujeta a influencias variadas que van más allá de la razón pura.
Platón, discípulo de Sócrates, erigió la academia como un bastión de pensamiento trascendental. En su mundo de ideas eternas y formas invariables, creía que la realidad sensible era solo una sombra efímera. No obstante, el tiempo demostró que la realidad es un lienzo en constante cambio, donde las sombras mismas pueden tener sustancia y las ideas abstractas no son siempre inmutables.
Aristóteles, el observador incansable, se alzó para iluminar el mundo natural con la luz de la lógica. Su afirmación de que los objetos buscan naturalmente su lugar apropiado parecía una ley universal. Pero el tiempo, el gran experimentador, reveló que incluso las que parecen ser leyes naturales son vulnerables a las sorpresas de la observación y la experimentación.
San Agustín y Tomás de Aquino, pilares del pensamiento cristiano, construyeron edificios de fe sobre la roca de la teología. Su creencia en una verdad absoluta y divina parecía indestructible. Pero el tiempo, con su abrazo a la diversidad de creencias y experiencias, reveló que la verdad es multifacética y a veces esquiva.
Guillermo de Occam, el maestro de la simplicidad, abogó por eliminar lo superfluo en el pensamiento y en la realidad misma. Su navaja, afilada y precisa, parecía capaz de disolver los enigmas más intrincados. Sin embargo, el tiempo, con su afición por los detalles ocultos, demostró que la simplicidad excesiva puede llevar a simplificaciones exageradas y a conclusiones erróneas.
Descartes, el padre del racionalismo, proclamó "Cogito, ergo sum" - "pienso, luego existo". Su confianza en la duda metódica prometía un camino seguro hacia la verdad. Pero el tiempo, con su constante flujo de información y perspectivas cambiantes, mostró que incluso el pensamiento más profundo puede ser desafiado por la vastedad de lo desconocido.
John Locke, defensor del empirismo y los derechos naturales, creía que la mente humana era una tabula rasa, una hoja en blanco lista para la experiencia. Su optimismo sobre la capacidad humana para la razón y la cooperación parecía incuestionable. Pero el tiempo, con sus ciclos de conflicto y avance, demostró que las pasiones humanas a menudo complican las narrativas más sencillas.
David Hume, el escéptico indagador, arrojó dudas sobre la causalidad y la inducción. Su análisis profundo de la percepción humana parecía despojar al mundo de certezas. Pero el tiempo, con su acumulación de evidencia y descubrimientos científicos, reveló que incluso las dudas más profundas pueden ceder ante la consistencia de los fenómenos observables.
Kant, el pensador crítico, erigió los límites de la razón y la moralidad como pilares inquebrantables. Su búsqueda de las categorías fundamentales del pensamiento humano prometía un orden universal. Pero el tiempo, con su revelación de culturas y perspectivas diversas, mostró que los límites a menudo son flexibles y cambiantes.
Nietzsche, el crítico de las verdades tradicionales, proclamó la muerte de Dios y la voluntad de poder. Su visión del superhombre como el pico de la evolución parecía una invitación a la liberación. Pero el tiempo, con su entrelazado de valores y creencias, demostró que el abrazo del poder puede ser tan destructivo como constructivo.
Muchos postulados de los filósofos han sido sometidos a la prueba del tiempo, lo que ignoran muchos profanos. Sus pensamientos, aunque tejidos con el hilo dorado del ingenio, a menudo no resistieron la fricción implacable de la experiencia humana. Sin embargo, sus errores no empañan la grandeza de su búsqueda, pues en sus fallos yacen lecciones profundas sobre la naturaleza humana y la constante evolución del pensamiento.
No sabemos qué es la Vida, el Tiempo, la Materia, y un largo etcétera. Sin embargo, ello no nos impide afirmar que la Vida Encarnada en Materia surgió siendo una esclava tanto de la Materia como del Presente. Esto último tiene sentido por cuanto es en el Presente donde se manifiesta la Materia, soporte de la vida que en ella se encarna. A su vez, la esclavitud en cuestión queda de manifiesto cuando observamos que tras aquello que diferencia a la materia inanimada de la materia con vida, está la capacidad de esta última para llevar a cabo acciones, y que a través del tiempo, y por medio de acciones, la vida encarnada en materia evoluciona tendiendo a sacudirse del yugo que le imponen al ser vivo las Leyes que gobiernan el mundo de la Materia.
Manifiesto es el permanente esfuerzo que realizan los seres vivos por sobrevivir, lo que deriva en un afán por superar las condiciones que el medio material le impone al cuerpo material.
El afán de superar las condiciones que imponen las leyes que gobiernan al mundo de la materia a la Vida Encarnada en Materia se nos revela cuando observamos la evolución en el tiempo que ha experimentado esta última, en particular si fijamos nuestra mirada en el estadio evolutivo al que accedimos los seres humanos hace unos doscientos mil años.
Encantador eterno.
todo un sabio de nuestro tiempo, como siempre un placer escucharlo. Sin duda cientificos deberían tener más voz en la sociedad e involucrarse más en ella, nos iluminarían con su sabiduría ente tanto cateto político.
x2
Un lujo disfrutar y aprender de Arsuaga 'en directo'.
¿Se imagina un partido de gobierno formado por el equipo de atapuerca?
@@discosolar yo los votaría, seguro que nos iría mejor, pero realmente creo que estos sabios deberían opinar más sobre los políticos y sus decisiones.
Me encanta! Genial!
Gran maestro Arsuagua.
Juan José Millás, es un escritor excelente, luego otra persona puede contarle ñas historias, como han hecho en sus libros.
Pero SABER ESCRIBIR NO ES FACIL .......no es nada fácil y tu lo sabes.
Arsuaga ....Presidente!¡
Estoy muy de acuerdo con J L Arsuaga, una cosa es entender o saber de lo que trata un filosofo en un texto o libro y otra cosa es lo que tu piensas de todo lo que dice ese filosofo para sacar conclusiones y entre los dos pensamientos decir algo distinto al proximo oyente, sin tener que decir que es un trabajo que incluso todavía no tiene derecho de autor, o sea... la realidad. O que lo que tiene que enseñar el segundo al ultimo, está todavia construyendose. construyendose en todo momento o como ahora mismo en ésta conversación, si como dice él sr. Arsuaga, el ultimo o nosotros los que oímos y vemos, lo tomamos desde un punto de vista u otro o el de la investigacion y sin estar encerrados en una habitación Óle!
"La genialidad está en la pregunta"
Ya veremos
Eoidemiologia realidades hoy
Un poco loco sí que está el doctor Arsuaga, jeje
EL POBRE HOMBRE ESTÁ ATADO A LA MERA EXPERIENCIA DIRECTA. DEBE CREER QUE NO PODEMOS ENTENDER LA REVOLUCIÓN FRANCESA PORQUE NO HEMOS ESTADO ALLÍ. MENTE CANINA TIENE, ATADA A LO MERAMENTE SENSORIAL.
Pregunta a las maestras y maestros 😂😂😂?
Arsuaga, estàs mintiendo sobre el Arte, en el arte, en la pintura sí que ha habido progreso, de hecho ha ido a veros Miquel Barceló y no conoces su obra?
Eres de Bizkaia y no conoces la poesía pictórica de Rafael Ruiz Balerdi cuya parte de su obra està en el museo de bellas artes de bilbao? eres de Madrid y Burgos y no conoces la de Lucio Muñoz y ?
Si sabes de arte, a Twombly o Dali o las esculturas hiperrealistas del sueño americano de Duane Hanson o la brutalidad realista de Paula Regó o Lucian Freud o sueño de Paul Klee, A Ibarrola, Marc Chagall, etc etc
Y en Música y en teatro!!
No vas al teatro, ni escuchas música ni a museos ni a conferencias de personas extraordinarias no científicas como Lucio Uturbia el anarquista?
Conoces la resistencia del CSR de Gamonal en Burgos por el derecho a la cultura libre y las luchas por el drecho a la vivienda en Pamplona, el deshaucio ilegal de las familias de Jaurata 19 hace pocos días y la resistencia comunitaria de Errekaleok en Gazteiz? ...
Nichos de solidaridad no corruptos como las empresas de Caritas y cruz roja
Fue Miró quien dijo: "Después de Altamira, todo el arte es decadencia".
Estoy muy de acuerdo con J L Arsuaga, una cosa es entender o saber de lo que trata un filosofo en un texto o libro y otra cosa es lo que tu piensas de todo lo que dice ese filosofo para sacar conclusiones y entre los dos pensamientos decir algo distinto al proximo oyente, sin tener que decir que es un trabajo que incluso todavía no tiene derecho de autor, o sea... la realidad. O que lo que tiene que enseñar el segundo al ultimo, está todavia construyendose. construyendose en todo momento o como ahora mismo en ésta conversación, si como dice él sr. Arsuaga, el ultimo o nosotros los que oímos y vemos, lo tomamos desde un punto de vista u otro o el de la investigacion y sin estar encerrados en una habitación Óle!