Hipálage

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  • เผยแพร่เมื่อ 11 ก.พ. 2025
  • Texto:
    Hipálage
    Todos los poetas están enamorados de su lengua.
    Es el brillo del sonido
    de su pensamiento lo que hace
    que salgan las palabras empujándose
    como barcos con horror por oxidarse
    si se quedan quietos.
    Todos los poetas son brillantes aunque quieran ser oscuros.
    Se llaman a sí mismos con nombres de pájaros:
    cormorán, chajá,
    cardenal, albatros…
    Tratando de inferir de ello la vitalidad del canto
    de sirena de la lengua
    que es su verdadero amor,
    su único amor desde la infancia
    o desde que Jaufré Rudel
    cantó aquello del “amor de lohn”.
    ¿Qué hace que un niño se convierta
    en un poeta niño? El amor
    a la lengua por encima de las demás cosas,
    por encima de su madre y de su padre,
    por encima del dinero y los amigos
    y por encima también de los amantes.
    Excusas todas para sacar la lengua,
    anzuelos para pescar palabras,
    sonidos que salen de su boca buscando encarnar,
    tratando de que el otro muerda
    su obsesión.
    Palabras tristes o alegres
    que más tarde aprenderá
    a designar como elegía o himno,
    y sobre esas paredes construirá su techo,
    a la intemperie de todo
    menos de su amor por la lengua.
    Palabras con que los poetas
    engañan a la verdad diciéndola
    sin que de verdad se entienda.
    Todos los poetas tratan de atar a la lengua
    con una cuerda de grosor variable
    y vueltas irregulares
    y tiran y tiran y tiran
    y tiran hasta que son tirados.
    Después vuelven a tirar
    y vuelven,
    y la vuelta es de todos
    porque todos los poetas son como mulas
    con un arado
    sobre un campo en el que no crece nada más que el amor
    por la lengua.
    En los grandes cambios que se pronostican,
    los médicos, los escribanos, los bancarios,
    los limpiadores y los carpinteros
    serán remplazados, sus funciones
    desarrolladas por flujos de energía
    y sistemas reguladores cada vez
    más eficientes.
    Pero mientras haya un niño que aprenda las palabras
    y se enamore de ellas por encima de su madre y de su padre
    y juegue con ellas por encima de las prótesis mecánicas
    los algoritmos de la perfección
    y otros juguetes atractivos es probable,
    no me atrevo a asegurarlo,
    pero puede ser
    que haya poetas.

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