Día Sexto & Bella Vendetta - Las sombras de Gérard de Nerval

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  • เผยแพร่เมื่อ 17 ก.ย. 2024
  • Gérard de nerval estaba loco. Sin más. Loco como una rata de cloaca, machacado, jodido. Tenía como mascota una langosta. En serio. Hasta les escribía a sus amigos quejándose de las burlas que recibía por pasearse por la calle con su langosta, a la que llamaba Thibault. Su amigo Téophile Gautier en un artículo sobre Nerval, cuenta que dijo una vez: “¿Por qué una langosta debería ser más ridícula que un perro? ¿O un gato, o una gacela, o un león, o cualquier otro animal que el hombre escoja para salir a pasear? A mí me gustan las langostas. Son pacíficas, criaturas muy serias. Conocen los secretos del mar, y no ladran ni mordisquean en la privacidad de uno como hacen los perros. Y Goethe le tenía aversión a los perros, y él no estaba loco”.
    Se enamoró de una mujer que pasó a mejor vida demasiado pronto, lo cual hizo polvo a nuestro autor, que emprendió una serie de viajes para olvidar. Acompañado por un grupo de colegas, se dedicó a explorar todo Oriente Próximo, catando opio, hachís, y todo tipo de sustancias alucinógenas.
    Después de varias temporadas en hospitales psiquiátricos, vagabundeos por las calles y colocones con su compinche Téophile, salió de un bar y se ahorcó en una farola en medio de París. Y como esta gente era así de simpática, al genial Gustave Doré, uno de los ilustradores más impresionantes que ha conocido el mundo, no se le ocurrió otra que realizar un grabado de Nerval ahorcado por sus visiones (imagen central del vídeo). ¿Quién quiere un epitafio cuando te pueden hacer un grabado reflejando cómo te suicidaste en uno de tus arranques de locura?
    La obra de Nerval no es fácil de leer ni mucho menos, y alegre, lo que se dice alegre, tampoco es. Sin embargo, Umberto Eco dice que Sylvie es una obra maestra, Proust lo admiraba y T.S. Eliot cita uno de sus versos en La tierra baldía. Es que, en ocasiones, uno tiene que adentrarse en la oscuridad para conocer mejor el mundo. ¿A que sí? Sí, coño, sí. Con autores como este, uno se plantea hasta qué punto la locura es una enfermedad o meramente otra visión de las cosas. Os daréis cuenta de que algunas de las frases más hermosas e inquietantes de la literatura han salido de la pluma de auténticos chiflados. Como la que escribió Nerval poco antes de apretarse el nudo:
    “Me dije a mí mismo: la noche eterna cae sobre nosotros, y la oscuridad será aterradora. ¿Qué ocurrirá cuando todos se den cuenta de que ya no existe el Sol?”
    Sí, hay veces que los ojos de una persona ven más allá, contemplan lugares recónditos, profundos, oscuros, lugares donde todos los demás no solemos llegar, deslumbrados por la vida, y la alegría, y las miles de mierdecitas que nos hacen perder tiempo cada día, el trabajo, el alquiler, el precio de la gasolina, los debates parlamentarios. La vida nos ocupa la vida, por así decirlo. Pero hay algunos que ven más allá, bien por taras congénitas, bien inducidos por esta o aquella sustancia. Exploradores de las capas subterráneas de la realidad. Y ya que la mayoría no tenemos esa capacidad, o no nos atrevemos a hacer el viaje (ya ves cuán caro se cobra el peaje), deberíamos aprovechar la experiencia de todos aquellos que cruzaron la frontera y supieron ponerlo por escrito.
    Este mes va por ti, Gérard.

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