Madre: esta noche se nos muere un año.1 En esta ciudad grande, todos están de fiesta;2 zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!;3 claro, como todos tienen su madre cerca...4 ¡Yo estoy tan solo, madre,5 tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera;6 estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año7 pasado que se queda.8 Si vieras, si escucharas esta alboroto: hay hombres9 vestidos de locura, con cacerolas viejas,10 tambores de sartenes,11 cencerros y cornetas;12 el hálito canalla13 de las mujers ebrias;14 el diablo, con diez latas prendidas en el rabo,15 anda por esas calles inventando piruetas,16 y por esta balumba en que da brincos17 la gran ciudad histérica,18 mi soledad y tu recuerdo, madre,19 marchan como dos penas.20 Esta es la noche en que todos se ponen21 en los ojos la venda,22 para olvidar que hay alguien cerrando un libro,23 para no ver la periódica liquidación de cuentas,24 donde van las partidas al Haber de la Muerte,25 por lo que viene y por lo que se queda,26 porque no lo sufrimos se ha perdido27 y lo gozado ayer es una perdida.28 Aquí es de la tradición que en esta noche,29 cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega,30 todos los hombres coman, al compas de las horas,31 las doce uvas de la Noche Vieja.32 Pero aquí no se abrazan ni gritan: ¡FELIZ AÑO!,33 como en los pueblos de mi tierra;34 en este gozo hay menos caridad; la alegría35 de cada cual va sola, y la tristeza36 del que está al margen del tumulto acusa37 lo inevitable de la casa ajena.38 ¡Oh nuestras plazas, donde van las gentes,39 sin conocerse, con la buena nueva!40 Las manos que se buscan con la efusión unánime41 de ser hormigas de la misma cueva;42 y al hombre que está solo, bajo un árbol,43 le dicen cosas de honda fortaleza:44 «¡Venid compadre, que las horas pasan;45 pero aprendamos a pasar con ellas!»46 Y el cañonazo en la Planicie,47 y el himno nacional desde la iglesia,48 y el amigo que viene a saludarnos:49 «feliz año, señores», y los criados que llegan50 a recibir en nuestros brazos51 el amor de la casa buena.52 Y el beso familiar a medianoche:53 «La bendición, mi madre»54 «Que el Señor la proteja...»55 Y después, en el claro comedor, la familia56 congregada para la cena,57 con dos amigos íntimos, y tú, madre, a mi lado,58 y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.59 ¡Madre, cómo son ácidas60 las uvas de la ausencia!61 ¡Mi casona oriental! Aquella casa62 con claustros coloniales, portón y enredaderas,63 el molino de viento y los granados,64 los grandes libros de la biblioteca65 -mis libros preferidos: tres tomos con imágenes66 que hablaban de los reinos de la Naturaleza-.67 Al lado, el gran corral, donde parece68 que hay dinero enterrado desde la Independencia;69 el corral con guayabos y almendros,70 el corral con peonías y cerezas71 y el gran parral que daba todo el año72 uvas más dulces que la miel de las abejas.73 Bajo el parral hay un estanque;74 un baño en ese estanque sabe a Grecia;75 del verde artesonado, las uvas en racimos,76 tan bajas, que del agua se podría cogerlas,77 y mientras en los labios se desangra la uva,78 los pies hacen saltar el agua fresca.79 Cuando llegaba la sazón tenía80 cada racimo un capuchón de tela,81 para salvarlo de la gula82 de las avispas negras,83 y tenían entonces84 una gracia invernal las uvas nuestras,85 arrebujadas en sus talas blancas,86 sordas a la canción de las abejas...87 Y ahora, madre, que tan sólo tengo88 las doce uvas de la Noche Vieja,89 hoy que exprimo las uvas de los meses90 sobre el recuerdo de la viña seca,91 siento que toda la acidez del mundo92 se está metiendo en ella,93 porque tienen el ácido de lo que fue dulzura94 las uvas de la ausencia.95 Y ahora me pregunto:96 ¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿Qué fuerza pudo97 más que tu amor, que me llevaba98 a la dulce aninomia de tu puerta?99 ¡Oh miserable vara que nos mides!100 ¡El Renombre, la Gloria..., pobre cosa pequeña!101 ¡Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,102 cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!103 Y esta es la lucha ante los hombres malos104 y ante las almas buenas;105 yo soy un hombre a solas en busca de un camino.106 ¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda107 que a ti me lleva, madre; la verdad que corta108 por los campos frutales, pintada de hojas secas,109 siempre recién llovida,110 con pájaros del trópico, con muchachas de la aldea,111 hombres que dicen: «Buenos días, niño»,112 y el queso que me guardas siempre para merienda?113 Esa es la Gloria, madre, para un hombre114 que se llamó fray Luis y era poeta.115 ¡Oh mi casa sin cítricos, mi casa donde puede116 mi poesía andar como una reina!117 ¿Qué sabes tú de formas y doctrinas,118 de metros y de escuela?119 Tú eres mi madre, que me dices siempre120 que son hermosos todos mis poemas;121 para ti, soy grande; cuando dices mis versos,122 yo no sé si los dices o los rezas...123 ¡Y mientras exprimimos en las uvas del Tiempo124 toda una vida absurda, la promesa125 de vernos otra vez se va alargando,126 y el momento de irnos está cerca,127 y no pensamos que se pierde todo!128 ¡Por eso en esta noche, mientras pasa la fiesta129 y en la última uva libo la última gota130 del año que se aleja,131 pienso en que tienes todavía, madre,132 retazos de carbón en la cabeza,133 y ojos tan bellos que por mí regaron134 su clara pleamar en tus ojeras,135 y manos pulcras, y esbeltez de talle,136 donde hay la gracia de la espiga nueva;137 que eres hermosa, madre, todavía,138 y yo estoy loco por estar de vuelta,139 porque tú eres la Gloria de mis años140 y no quiero volver cuando estés vieja!...141 Uvas del Tiempo que mi ser escancia142 en el recuerdo de la viña seca,143 ¡cómo me pierdo, madre, en los caminos144 hacia la devoción de tu vereda!145 Y en esta algarabía de la ciudad borracha,146 donde va mi emoción sin compañera,147 mientras los hombres comen las uvas de los meses,148 yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta.149 Mi labio está bebiendo de tu seno,150 que es el racimo de la parra buena,151 el buen racimo que exprimí en el día152 sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.153 Madre, esta noche se nos muere un año;154 todos estos señores tienen su madre cerca,155 y al lado mío mi tristeza muda156 tiene el dolor de una muchacha muerta...157 Y vino toda la acidez del mundo158 a destilar sus doce gotas trémulas,159 cuando cayeron sobre mi silencio160 las doce uvas de la Noche Vieja.161
Gran poeta y político venezolano que por circunstancias de la vida azarosa que vivió ven su quehacer políticos, tuvo que emigrar a México, país donde murió en circunstancias no esclarecidas. Gracias Andrés Eloy Blanco por tu legado a esta tierra de gracia venezolana.
Madre: esta noche se nos muere un año. En esta ciudad grande, todos están de fiesta; zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!; claro, como que todos tienen su madre cerca... ¡Yo estoy tan solo, madre, tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera; estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año pasado que se queda. Si vieras, si escucharas este alboroto: hay hombres vestidos de locura, con cacerolas viejas, tambores de sartenes, cencerros y cornetas; el hálito canalla de las mujeres ebrias; el diablo, con diez latas prendidas en el rabo, anda por esas calles inventando piruetas, y por esta balumba en que da brincos la gran ciudad histérica, mi soledad y tu recuerdo, madre, marchan como dos penas. Esta es la noche en que todos se ponen en los ojos la venda, para olvidar que hay alguien que está cerrando un libro, por no ver la periódica liquidación de cuentas, donde van las partidas al Haber de la Muerte, por lo que viene y por lo que se queda, porque lo que sufrimos se ha perdido y lo gozado ayer es una pérdida. Aquí es de tradición que en esta noche, cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega, todos los hombres coman, al compás de las horas, las doce uvas de la Noche Vieja. Pero aquí no se abrazan ni gritan: ¡FELIZ AÑO!, como en los pueblos de mi tierra; en este gozo hay menos caridad; la alegría de cada cual va sola, y la tristeza del que está al margen del tumulto acusa lo inevitable de la casa ajena. ¡Oh nuestras plazas, donde van la gente, sin conocerse, con la buena nueva! Las manos que se buscan con la efusión unánime de ser hormigas de la misma cueva; y al hombre que está solo, bajo un árbol, le dicen cosas de honda fortaleza: «¡Venid compadre, que las horas pasan; pero aprendamos a pasar con ellas!» Y el cañonazo en la Planicie, y el himno nacional desde la iglesia, y el amigo que viene a saludarnos: «feliz año, señores», y los criados que llegan a recibir en nuestros brazos el amor de la casa buena. Y el beso familiar a medianoche: «La bendición, mi madre» «Que el Señor te proteja...» Y después, en el claro comedor, la familia congregada para la cena, con dos amigos íntimos, y tú, madre, a mi lado, y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa. ¡Madre, cómo son ácidas las uvas de la ausencia! ¡Mi casona oriental! Aquella casa con claustros coloniales, portón y enredaderas, el molino de viento y los granados, los grandes libros de la biblioteca -mis libros preferidos: tres tomos con imágenes que hablaban de los reinos de la Naturaleza-. Al lado, el gran corral, donde parece que hay dinero enterrado desde la Independencia; el corral con guayabos y almendros, el corral con peonías y cerezas y el gran parral que daba todo el año uvas más dulces que la miel de abejas. Bajo el parral hay un estanque; un baño en ese estanque sabe a Grecia; del verde artesonado, las uvas en racimos, tan bajas, que del agua se podía cogerlas, y mientras en los labios se desangra la uva, los pies hacen saltar el agua fresca. Cuando llegaba la sazón tenía cada racimo un capuchón de tela, para salvarlo de la gula de las avispas negras, y tenían entonces una gracia invernal las uvas nuestras, arrebujadas en sus talas blancas, sordas a la canción de las abejas... Y ahora, madre, que tan sólo tengo las doce uvas de la Noche Vieja, hoy que exprimo las uvas de los meses sobre el recuerdo de la viña seca, siento que toda la acidez del mundo se está metiendo en ella, porque tienen el ácido de lo que fue dulzura las uvas de la ausencia. Y ahora me pregunto: ¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿Qué fuerza pudo más que tu amor, que me llevaba a la dulce anonimia de tu puerta? ¡Oh miserable vara que nos mides! ¡El Renombre, la Gloria..., pobre cosa pequeña! ¡Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria, cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella! Y esta es la lucha ante los hombres malos y ante las almas buenas; yo soy un hombre a solas en busca de un camino. ¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda que a ti me lleva, madre; la verdad que corta por los campos frutales, pintada de hojas secas, siempre recién llovida, con pájaros del trópico, muchachas de la aldea, hombres que dicen: «Buenos días, niño», y el queso que me guardas de merienda? Esa es la Gloria, madre, para un hombre que se llamó fray Luis y era poeta. ¡Oh mi casa sin críticos, mi casa donde puede mi poesía andar como una reina! ¿Qué sabes tú de formas y doctrinas, de metros y de escuela? Tú eres mi madre, que me dices siempre que son hermosos todos mis poemas; para ti yo soy grande; cuando dices mis versos, yo no sé si los dices o los rezas... ¡Y mientras exprimimos en las uvas del Tiempo toda una vida absurda, la promesa de vernos otra vez se va alargando, y el momento de irnos está cerca, y no pensamos que se pierde todo! ¡Por eso en esta noche, mientras pasa la fiesta y en la última uva libo la última gota del año que se aleja, pienso en que tienes todavía, madre, retazos de carbón en la cabeza, y ojos tan bellos que por mí regaron su clara pleamar en tus ojeras, y manos pulcras, y esbeltez de talle, donde hay la gracia de la espiga nueva; que eres hermosa, madre, todavía, y yo estoy loco por estar de vuelta, porque tú eres la Gloria de mis años y no quiero volver cuando estés vieja!... Uvas del Tiempo que mi ser escancia en el recuerdo de la viña seca, Y en esta algarabía de la ciudad borracha, donde va mi emoción sin compañera, mientras los hombres comen las uvas de los meses, yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta. Mi labio está bebiendo de tu seno, que es el racimo de la parra buena, el buen racimo que exprimí en el día sin hora y sin reloj de mi inconsciencia. Madre, esta noche se nos muere un año; todos estos señores tienen su madre cerca, y al lado mío mi tristeza muda tiene el dolor de una muchacha muerta... Y vino toda la acidez del mundo a destilar sus doce gotas trémulas, cuando cayeron sobre mi silencio las doce uvas de la Noche Vieja.
Que belleza de poema todo un clasico de mi tierra VENEZUELA me gusta como lo narra el gran PEPE LUPE POLANCO, para los que nunca lo escucharon, se les pondra la piel de gallina escuchenlo aca th-cam.com/video/7VseYJsdciA/w-d-xo.html
Madre: esta noche se nos muere un año.1
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;2
zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!;3
claro, como todos tienen su madre cerca...4
¡Yo estoy tan solo, madre,5
tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera;6
estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año7
pasado que se queda.8
Si vieras, si escucharas esta alboroto: hay hombres9
vestidos de locura, con cacerolas viejas,10
tambores de sartenes,11
cencerros y cornetas;12
el hálito canalla13
de las mujers ebrias;14
el diablo, con diez latas prendidas en el rabo,15
anda por esas calles inventando piruetas,16
y por esta balumba en que da brincos17
la gran ciudad histérica,18
mi soledad y tu recuerdo, madre,19
marchan como dos penas.20
Esta es la noche en que todos se ponen21
en los ojos la venda,22
para olvidar que hay alguien cerrando un libro,23
para no ver la periódica liquidación de cuentas,24
donde van las partidas al Haber de la Muerte,25
por lo que viene y por lo que se queda,26
porque no lo sufrimos se ha perdido27
y lo gozado ayer es una perdida.28
Aquí es de la tradición que en esta noche,29
cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega,30
todos los hombres coman, al compas de las horas,31
las doce uvas de la Noche Vieja.32
Pero aquí no se abrazan ni gritan: ¡FELIZ AÑO!,33
como en los pueblos de mi tierra;34
en este gozo hay menos caridad; la alegría35
de cada cual va sola, y la tristeza36
del que está al margen del tumulto acusa37
lo inevitable de la casa ajena.38
¡Oh nuestras plazas, donde van las gentes,39
sin conocerse, con la buena nueva!40
Las manos que se buscan con la efusión unánime41
de ser hormigas de la misma cueva;42
y al hombre que está solo, bajo un árbol,43
le dicen cosas de honda fortaleza:44
«¡Venid compadre, que las horas pasan;45
pero aprendamos a pasar con ellas!»46
Y el cañonazo en la Planicie,47
y el himno nacional desde la iglesia,48
y el amigo que viene a saludarnos:49
«feliz año, señores», y los criados que llegan50
a recibir en nuestros brazos51
el amor de la casa buena.52
Y el beso familiar a medianoche:53
«La bendición, mi madre»54
«Que el Señor la proteja...»55
Y después, en el claro comedor, la familia56
congregada para la cena,57
con dos amigos íntimos, y tú, madre, a mi lado,58
y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.59
¡Madre, cómo son ácidas60
las uvas de la ausencia!61
¡Mi casona oriental! Aquella casa62
con claustros coloniales, portón y enredaderas,63
el molino de viento y los granados,64
los grandes libros de la biblioteca65
-mis libros preferidos: tres tomos con imágenes66
que hablaban de los reinos de la Naturaleza-.67
Al lado, el gran corral, donde parece68
que hay dinero enterrado desde la Independencia;69
el corral con guayabos y almendros,70
el corral con peonías y cerezas71
y el gran parral que daba todo el año72
uvas más dulces que la miel de las abejas.73
Bajo el parral hay un estanque;74
un baño en ese estanque sabe a Grecia;75
del verde artesonado, las uvas en racimos,76
tan bajas, que del agua se podría cogerlas,77
y mientras en los labios se desangra la uva,78
los pies hacen saltar el agua fresca.79
Cuando llegaba la sazón tenía80
cada racimo un capuchón de tela,81
para salvarlo de la gula82
de las avispas negras,83
y tenían entonces84
una gracia invernal las uvas nuestras,85
arrebujadas en sus talas blancas,86
sordas a la canción de las abejas...87
Y ahora, madre, que tan sólo tengo88
las doce uvas de la Noche Vieja,89
hoy que exprimo las uvas de los meses90
sobre el recuerdo de la viña seca,91
siento que toda la acidez del mundo92
se está metiendo en ella,93
porque tienen el ácido de lo que fue dulzura94
las uvas de la ausencia.95
Y ahora me pregunto:96
¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿Qué fuerza pudo97
más que tu amor, que me llevaba98
a la dulce aninomia de tu puerta?99
¡Oh miserable vara que nos mides!100
¡El Renombre, la Gloria..., pobre cosa pequeña!101
¡Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,102
cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!103
Y esta es la lucha ante los hombres malos104
y ante las almas buenas;105
yo soy un hombre a solas en busca de un camino.106
¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda107
que a ti me lleva, madre; la verdad que corta108
por los campos frutales, pintada de hojas secas,109
siempre recién llovida,110
con pájaros del trópico, con muchachas de la aldea,111
hombres que dicen: «Buenos días, niño»,112
y el queso que me guardas siempre para merienda?113
Esa es la Gloria, madre, para un hombre114
que se llamó fray Luis y era poeta.115
¡Oh mi casa sin cítricos, mi casa donde puede116
mi poesía andar como una reina!117
¿Qué sabes tú de formas y doctrinas,118
de metros y de escuela?119
Tú eres mi madre, que me dices siempre120
que son hermosos todos mis poemas;121
para ti, soy grande; cuando dices mis versos,122
yo no sé si los dices o los rezas...123
¡Y mientras exprimimos en las uvas del Tiempo124
toda una vida absurda, la promesa125
de vernos otra vez se va alargando,126
y el momento de irnos está cerca,127
y no pensamos que se pierde todo!128
¡Por eso en esta noche, mientras pasa la fiesta129
y en la última uva libo la última gota130
del año que se aleja,131
pienso en que tienes todavía, madre,132
retazos de carbón en la cabeza,133
y ojos tan bellos que por mí regaron134
su clara pleamar en tus ojeras,135
y manos pulcras, y esbeltez de talle,136
donde hay la gracia de la espiga nueva;137
que eres hermosa, madre, todavía,138
y yo estoy loco por estar de vuelta,139
porque tú eres la Gloria de mis años140
y no quiero volver cuando estés vieja!...141
Uvas del Tiempo que mi ser escancia142
en el recuerdo de la viña seca,143
¡cómo me pierdo, madre, en los caminos144
hacia la devoción de tu vereda!145
Y en esta algarabía de la ciudad borracha,146
donde va mi emoción sin compañera,147
mientras los hombres comen las uvas de los meses,148
yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta.149
Mi labio está bebiendo de tu seno,150
que es el racimo de la parra buena,151
el buen racimo que exprimí en el día152
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.153
Madre, esta noche se nos muere un año;154
todos estos señores tienen su madre cerca,155
y al lado mío mi tristeza muda156
tiene el dolor de una muchacha muerta...157
Y vino toda la acidez del mundo158
a destilar sus doce gotas trémulas,159
cuando cayeron sobre mi silencio160
las doce uvas de la Noche Vieja.161
Gran poeta y político venezolano que por circunstancias de la vida azarosa que vivió ven su quehacer políticos, tuvo que emigrar a México, país donde murió en circunstancias no esclarecidas. Gracias Andrés Eloy Blanco por tu legado a esta tierra de gracia venezolana.
Poeta de poetas venezolanos y latinoamericanos
Gran Venezolano de otros tiempos.
.........Como son ácidas, las uvas de la ausencia...........😢😢😢😢😢
.. Me encanta todos éstos poemas
Precioso !!!
Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!;
claro, como que todos tienen su madre cerca...
¡Yo estoy tan solo, madre,
tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año
pasado que se queda.
Si vieras, si escucharas este alboroto: hay hombres
vestidos de locura, con cacerolas viejas,
tambores de sartenes,
cencerros y cornetas;
el hálito canalla
de las mujeres ebrias;
el diablo, con diez latas prendidas en el rabo,
anda por esas calles inventando piruetas,
y por esta balumba en que da brincos
la gran ciudad histérica,
mi soledad y tu recuerdo, madre,
marchan como dos penas.
Esta es la noche en que todos se ponen
en los ojos la venda,
para olvidar que hay alguien que está cerrando un libro,
por no ver la periódica liquidación de cuentas,
donde van las partidas al Haber de la Muerte,
por lo que viene y por lo que se queda,
porque lo que sufrimos se ha perdido
y lo gozado ayer es una pérdida.
Aquí es de tradición que en esta noche,
cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega,
todos los hombres coman, al compás de las horas,
las doce uvas de la Noche Vieja.
Pero aquí no se abrazan ni gritan: ¡FELIZ AÑO!,
como en los pueblos de mi tierra;
en este gozo hay menos caridad; la alegría
de cada cual va sola, y la tristeza
del que está al margen del tumulto acusa
lo inevitable de la casa ajena.
¡Oh nuestras plazas, donde van la gente,
sin conocerse, con la buena nueva!
Las manos que se buscan con la efusión unánime
de ser hormigas de la misma cueva;
y al hombre que está solo, bajo un árbol,
le dicen cosas de honda fortaleza:
«¡Venid compadre, que las horas pasan;
pero aprendamos a pasar con ellas!»
Y el cañonazo en la Planicie,
y el himno nacional desde la iglesia,
y el amigo que viene a saludarnos:
«feliz año, señores», y los criados que llegan
a recibir en nuestros brazos
el amor de la casa buena.
Y el beso familiar a medianoche:
«La bendición, mi madre»
«Que el Señor te proteja...»
Y después, en el claro comedor, la familia
congregada para la cena,
con dos amigos íntimos, y tú, madre, a mi lado,
y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.
¡Madre, cómo son ácidas
las uvas de la ausencia!
¡Mi casona oriental! Aquella casa
con claustros coloniales, portón y enredaderas,
el molino de viento y los granados,
los grandes libros de la biblioteca
-mis libros preferidos: tres tomos con imágenes
que hablaban de los reinos de la Naturaleza-.
Al lado, el gran corral, donde parece
que hay dinero enterrado desde la Independencia;
el corral con guayabos y almendros,
el corral con peonías y cerezas
y el gran parral que daba todo el año
uvas más dulces que la miel de abejas.
Bajo el parral hay un estanque;
un baño en ese estanque sabe a Grecia;
del verde artesonado, las uvas en racimos,
tan bajas, que del agua se podía cogerlas,
y mientras en los labios se desangra la uva,
los pies hacen saltar el agua fresca.
Cuando llegaba la sazón tenía
cada racimo un capuchón de tela,
para salvarlo de la gula
de las avispas negras,
y tenían entonces
una gracia invernal las uvas nuestras,
arrebujadas en sus talas blancas,
sordas a la canción de las abejas...
Y ahora, madre, que tan sólo tengo
las doce uvas de la Noche Vieja,
hoy que exprimo las uvas de los meses
sobre el recuerdo de la viña seca,
siento que toda la acidez del mundo
se está metiendo en ella,
porque tienen el ácido de lo que fue dulzura
las uvas de la ausencia.
Y ahora me pregunto:
¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿Qué fuerza pudo
más que tu amor, que me llevaba
a la dulce anonimia de tu puerta?
¡Oh miserable vara que nos mides!
¡El Renombre, la Gloria..., pobre cosa pequeña!
¡Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!
Y esta es la lucha ante los hombres malos
y ante las almas buenas;
yo soy un hombre a solas en busca de un camino.
¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda
que a ti me lleva, madre; la verdad que corta
por los campos frutales, pintada de hojas secas,
siempre recién llovida,
con pájaros del trópico, muchachas de la aldea,
hombres que dicen: «Buenos días, niño»,
y el queso que me guardas de merienda?
Esa es la Gloria, madre, para un hombre
que se llamó fray Luis y era poeta.
¡Oh mi casa sin críticos, mi casa donde puede
mi poesía andar como una reina!
¿Qué sabes tú de formas y doctrinas,
de metros y de escuela?
Tú eres mi madre, que me dices siempre
que son hermosos todos mis poemas;
para ti yo soy grande; cuando dices mis versos,
yo no sé si los dices o los rezas...
¡Y mientras exprimimos en las uvas del Tiempo
toda una vida absurda, la promesa
de vernos otra vez se va alargando,
y el momento de irnos está cerca,
y no pensamos que se pierde todo!
¡Por eso en esta noche, mientras pasa la fiesta
y en la última uva libo la última gota
del año que se aleja,
pienso en que tienes todavía, madre,
retazos de carbón en la cabeza,
y ojos tan bellos que por mí regaron
su clara pleamar en tus ojeras,
y manos pulcras, y esbeltez de talle,
donde hay la gracia de la espiga nueva;
que eres hermosa, madre, todavía,
y yo estoy loco por estar de vuelta,
porque tú eres la Gloria de mis años
y no quiero volver cuando estés vieja!...
Uvas del Tiempo que mi ser escancia
en el recuerdo de la viña seca,
Y en esta algarabía de la ciudad borracha,
donde va mi emoción sin compañera,
mientras los hombres comen las uvas de los meses,
yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta.
Mi labio está bebiendo de tu seno,
que es el racimo de la parra buena,
el buen racimo que exprimí en el día
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.
Madre, esta noche se nos muere un año;
todos estos señores tienen su madre cerca,
y al lado mío mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta...
Y vino toda la acidez del mundo
a destilar sus doce gotas trémulas,
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la Noche Vieja.
Muy sentido poema; de un hijo que recibe el año nuevo fuera de su hogar; de su tierra; de su país.
A tip: you can watch series on Flixzone. I've been using them for watching all kinds of movies these days.
@Colt Aarav Yup, I've been watching on flixzone for months myself =)
No falta este poema en radio playera puerto piritu Anzoátegui faltando 5 para las doce
En toda Venezuela.
Que belleza de poema todo un clasico de mi tierra VENEZUELA me gusta como lo narra el gran PEPE LUPE POLANCO, para los que nunca lo escucharon, se les pondra la piel de gallina escuchenlo aca th-cam.com/video/7VseYJsdciA/w-d-xo.html