La guerra silenciosa

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  • เผยแพร่เมื่อ 16 พ.ค. 2024
  • Detrás de las guerras contemporáneas, una persiste en silencio. La de Estados Unidos contra China. Su último frente, menos letal que los de Ucrania y la Franja de Gaza, estalló por el aumento de los aranceles norteamericanos sobre las importaciones chinas. Una medida adoptada por el gobierno de Joe Biden que el régimen de Xi Jinping rechaza de plano. Entre los productos made in China figuran desde coches eléctricos y baterías hasta células solares, semiconductores y minerales críticos. Biden no anuló las subas arancelarias impuestas desde 2018 por su predecesor, Donald Trump, en respuesta al robo de propiedad intelectual.
    Se trata, a los ojos de Xi, de una manipulación política en vísperas de las presidenciales de Estados Unidos, previstas para noviembre. La suba de los aranceles, poco significativa en términos de intercambio, amenaza con colocar a China en el centro de la campaña electoral norteamericana. Algo intolerable para Xi. La dureza de Biden, concentrado en resguardar el empleo sin desequilibrar la economía ni exacerbar la inflación en un país que vive más pendiente de las percepciones negativas que de los números reales, le quita hierro a Trump, pionero de la guerra arancelaria.
    Esta vez, el régimen comunista teme verse perjudicado en su plan de afianzar la confianza nacional e internacional Matt Pottinger, exdirector para Asia en el Consejo de Seguridad Nacional, y Mike Gallagher, expresidente del Comité de la Cámara de Representantes sobre el Partido Comunista Chino, observan en un artículo publicado en Foreign Affairs que, en una presidencia plagada de fracasos por la salida de las tropas de Afganistán y las guerras en Ucrania y Medio Oriente, la política de Biden hacia China se ha destacado como un punto relativamente brillante. “La administración ha fortalecido las alianzas en Asia, restringido el acceso chino a tecnologías críticas y respaldado el ambiente bipartidista para la competencia”, concluyen.
    China lidia con una caída importante de las inversiones en su territorio. En los últimos años, cada acción norteamericana obtuvo respuesta de Xi. Esta vez, el régimen comunista teme verse perjudicado en su plan de afianzar la confianza nacional e internacional. Estados Unidos, según Pottinger y Gallagher, “no debería gestionar la competencia, sino ganarla”. China, agregan, “respalda dictaduras expansionistas en Rusia, Irán, Corea del Norte y Venezuela”, “ha duplicado su arsenal nuclear desde 2020” y “está acumulando fuerzas convencionales más rápidamente que cualquier país desde la Segunda Guerra Mundial”.
    En esta otra guerra, tan fría como la pretérita, China depende de la represión interna y de la hostilidad externa. Biden renovó las órdenes ejecutivas que Trump había emitido para restringir la inversión en empresas afiliadas al ejército chino y bloquear la importación de tecnologías consideradas una amenaza para la seguridad nacional. Xi respondió con su amistad sin límites con Vladimir Putin antes de la invasión de Rusia a Ucrania. Un vínculo que creció y pasó a ser ahora fraternal: «Los rusos y los chinos somos hermanos», soltó Putin cual broche de su segunda visita a China en seis meses.
    Jorge Elías
    El artículo completo en elinterin.com

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