Gracias Val por sacar a la palestra un tema tan vital -valga la paradoja- y tan censurado. No queremos ni oír hablar de la muerte: mis padres pudieron velar a sus padres en casa; hoy los tanatorios están lo más en el extrarradio posible. Su negación y el hecho de que se haya convertido en tabú dificulta su naturalización y, en mi opinión, convierte el proceso en algo mucho más doloroso. La semana pasada vi "Amour" de Haneke y me pareció una obra maestra. En palabras de Manuel Baixauli "(...) Haneke narra la lenta degradación física y psicológica de una pareja en sus últimos días de vida. La antesala de la muerte cotidiana. Una progresión terrible que todos hemos visto de cerca en familiares o amigos y que nos amenaza desde un futuro más o menos próximo. No, no es una película divertida ni para pasar el rato; es una película triste, que hace pensar, y sobre todo, sentir. Eso sí, está tan bien hecha, desde el primer fotograma al último, desde la primera palabra a la última -sin el recurso del edulcorante añadido en forma de música de fondo, donde los actores no parece que actúen, sino que son-tan lúcidamente hecha, digo, que uno se siente cautivo, poseído por las imágenes, cada segundo que pasa, hasta que la pantalla deviene en un fondo y negro y mudo, como la propia muerte, donde comienzan a aparecer, poco a poco, los créditos. En las antípodas de aquello que ofrecen las series, Haneke nos transmite mediante la ficción, la verdad cruda, reveladora, de la existencia." Yo añadiría que no todo son pérdidas. Que pese a la reducción del vigor físico y demás efectos colaterales de la decadencia, si hemos hecho el trabajo de llevar una vida examinada, podremos contar con el sostén de nuestra propia sabiduría y ecuanimidad y lograr ser, pese a todo, agradecidos. Un abrazo 💚
Qué pena que la gente simplemente no quiera hablar o escuchar sobre el tema, que es crucial para todos. Solo hay que ver el impacto del vídeo o si miras a tu alrededor, nadie habla de estos asuntos. Al menos es como yo lo percibo. Muchas gracias por la reflexión, muy necesaria.
Gracias, muy interesante tema. La eutanasia es de aceptación limitada, y los cuidados paliativos tienen un nombre que “asusta”, en nuestras mentes puede que signifique claudicar más que otra cosa, a menos que la situación sea ya demasiado extrema. En el mundo occidental tenemos dos características muy arraigadas: la idea del “yo”, y la idea de “esperanza”, reforzadas ambas por las creencias religiosas. Nos duele renunciar a nuestro yo (o tan solo minimizarlo), en todo aspecto y circunstancia durante la vida; qué decir ante el evento de la muerte. Y la esperanza de poder sanar, de poder vivir más, de que “habrá un tiempo mejor”… muy fuerte también, por mucho que digan los médicos, los pronósticos o las estadísticas. Y siempre rondan las medias-verdades, lo novedoso, lo que al fin resuelve tal o cual patología, el título sensacionalista que alienta a optar por otra oportunidad, y otra… Hemos desarrollado una cultura de la ansiedad alrededor del hecho natural de la muerte, eso de “natural” lo decimos pero no lo asumimos, ni pacientes ni familiares, con sus excepciones, claro. Y las religiones de occidente no llegan a ser consuelo, con todo y la creencia en “la otra vida”. Los que nacieron en esa parte del mundo que desarrolló otra forma de pensamiento (la filosofía oriental en general), creo que están en mejor posibilidad de aceptación y manejo más armonioso de la realidad. Qué curioso que estemos en este mundo por casualidad o por simple “suerte”, pero, apegados de tal modo que si pudiésemos postergar indefinidamente la partida... Tal vez el paradigma cambie, con el tiempo.
Amén a su comentario, aunque no creo que sea inherente al Occidente, y creo que la filosofía oriental, o buena parte de ella, mantiene una esperanza metafísica (¿qué es si no la suma de "puntos" para otra vida de ciertas ramas del mahayana?). Especialmente de acuerdo con la crítica a la esperanza, usualmente alabada como algo positivo, cuando constituye un rechazo frontal de lo que acontece inexorablemente, de lo que es del único modo que puede ser. Lo demás son cosas "no-existentes" que añadimos nosotros y, al ser pura fantasía, se pegan de bruces contra la realidad (existen como pensamientos o sensaciones en nosotros, por así decir, no en la realidad tal cual). La aceptación incondicional, si bien no elimina todo mal, sí elimina todo mal añadido; y estos son la mayoría de nuestros males, hombres modernos con la panza llena, un techo y ropaje para el frio. Al respecto del yo, a mi me gusta pensar que somos inmortales a nivel fenomenológico, consciente. Vamos a morir, sin duda alguna, y nada pervivirá a esa aniquilación, a esa disolución de esta forma caduca y transitoria. Sin embargo, nuestra experiencia de ser es una experiencia consciente (no puede ser de otro modo, es ininteligible) y, al suponer la muerte el cese de la consciencia, la muerte no se experimenta. Es como el sueño, tú no experimentas el sueño, tú sólo eres al ser consciente. Por ende, la muerte de ningún modo puede ser un mal, y mueras hoy o en veinte años, tal postergación no la experimentarás. Volvemos a la esperanza: el mal es añadir algo inexistente a través del pensamiento a la situación presente que acontece. Ese añadido es la expectación, el miedo o el pensamiento de nuestra muerte. Saludos,
Me encantó
Muy interesante
Gracias Val por sacar a la palestra un tema tan vital -valga la paradoja- y tan censurado. No queremos ni oír hablar de la muerte: mis padres pudieron velar a sus padres en casa; hoy los tanatorios están lo más en el extrarradio posible. Su negación y el hecho de que se haya convertido en tabú dificulta su naturalización y, en mi opinión, convierte el proceso en algo mucho más doloroso.
La semana pasada vi "Amour" de Haneke y me pareció una obra maestra. En palabras de Manuel Baixauli "(...) Haneke narra la lenta degradación física y psicológica de una pareja en sus últimos días de vida. La antesala de la muerte cotidiana. Una progresión terrible que todos hemos visto de cerca en familiares o amigos y que nos amenaza desde un futuro más o menos próximo. No, no es una película divertida ni para pasar el rato; es una película triste, que hace pensar, y sobre todo, sentir. Eso sí, está tan bien hecha, desde el primer fotograma al último, desde la primera palabra a la última -sin el recurso del edulcorante añadido en forma de música de fondo, donde los actores no parece que actúen, sino que son-tan lúcidamente hecha, digo, que uno se siente cautivo, poseído por las imágenes, cada segundo que pasa, hasta que la pantalla deviene en un fondo y negro y mudo, como la propia muerte, donde comienzan a aparecer, poco a poco, los créditos. En las antípodas de aquello que ofrecen las series, Haneke nos transmite mediante la ficción, la verdad cruda, reveladora, de la existencia."
Yo añadiría que no todo son pérdidas. Que pese a la reducción del vigor físico y demás efectos colaterales de la decadencia, si hemos hecho el trabajo de llevar una vida examinada, podremos contar con el sostén de nuestra propia sabiduría y ecuanimidad y lograr ser, pese a todo, agradecidos. Un abrazo 💚
Qué pena que la gente simplemente no quiera hablar o escuchar sobre el tema, que es crucial para todos. Solo hay que ver el impacto del vídeo o si miras a tu alrededor, nadie habla de estos asuntos. Al menos es como yo lo percibo.
Muchas gracias por la reflexión, muy necesaria.
Gracias, muy interesante tema. La eutanasia es de aceptación limitada, y los cuidados paliativos tienen un nombre que “asusta”, en nuestras mentes puede que signifique claudicar más que otra cosa, a menos que la situación sea ya demasiado extrema. En el mundo occidental tenemos dos características muy arraigadas: la idea del “yo”, y la idea de “esperanza”, reforzadas ambas por las creencias religiosas. Nos duele renunciar a nuestro yo (o tan solo minimizarlo), en todo aspecto y circunstancia durante la vida; qué decir ante el evento de la muerte. Y la esperanza de poder sanar, de poder vivir más, de que “habrá un tiempo mejor”… muy fuerte también, por mucho que digan los médicos, los pronósticos o las estadísticas. Y siempre rondan las medias-verdades, lo novedoso, lo que al fin resuelve tal o cual patología, el título sensacionalista que alienta a optar por otra oportunidad, y otra… Hemos desarrollado una cultura de la ansiedad alrededor del hecho natural de la muerte, eso de “natural” lo decimos pero no lo asumimos, ni pacientes ni familiares, con sus excepciones, claro. Y las religiones de occidente no llegan a ser consuelo, con todo y la creencia en “la otra vida”. Los que nacieron en esa parte del mundo que desarrolló otra forma de pensamiento (la filosofía oriental en general), creo que están en mejor posibilidad de aceptación y manejo más armonioso de la realidad. Qué curioso que estemos en este mundo por casualidad o por simple “suerte”, pero, apegados de tal modo que si pudiésemos postergar indefinidamente la partida... Tal vez el paradigma cambie, con el tiempo.
Amén a su comentario, aunque no creo que sea inherente al Occidente, y creo que la filosofía oriental, o buena parte de ella, mantiene una esperanza metafísica (¿qué es si no la suma de "puntos" para otra vida de ciertas ramas del mahayana?).
Especialmente de acuerdo con la crítica a la esperanza, usualmente alabada como algo positivo, cuando constituye un rechazo frontal de lo que acontece inexorablemente, de lo que es del único modo que puede ser. Lo demás son cosas "no-existentes" que añadimos nosotros y, al ser pura fantasía, se pegan de bruces contra la realidad (existen como pensamientos o sensaciones en nosotros, por así decir, no en la realidad tal cual). La aceptación incondicional, si bien no elimina todo mal, sí elimina todo mal añadido; y estos son la mayoría de nuestros males, hombres modernos con la panza llena, un techo y ropaje para el frio.
Al respecto del yo, a mi me gusta pensar que somos inmortales a nivel fenomenológico, consciente. Vamos a morir, sin duda alguna, y nada pervivirá a esa aniquilación, a esa disolución de esta forma caduca y transitoria. Sin embargo, nuestra experiencia de ser es una experiencia consciente (no puede ser de otro modo, es ininteligible) y, al suponer la muerte el cese de la consciencia, la muerte no se experimenta. Es como el sueño, tú no experimentas el sueño, tú sólo eres al ser consciente. Por ende, la muerte de ningún modo puede ser un mal, y mueras hoy o en veinte años, tal postergación no la experimentarás. Volvemos a la esperanza: el mal es añadir algo inexistente a través del pensamiento a la situación presente que acontece. Ese añadido es la expectación, el miedo o el pensamiento de nuestra muerte.
Saludos,
@@calda1700 de acuerdo con casi todo de su bonito escrito. Gracias, y saludos, ¡igual!