El camino del amor - Santa Teresita del niño Jesús
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- เผยแพร่เมื่อ 26 พ.ย. 2024
- Patrona de las Misiones y Doctora de la Iglesia.
Teresa Martin nació en Alençon, Francia, el 2 de enero de 1873. Sus padres fueron Luis Martin y Celia Guérin, muy virtuosos y hoy en proceso de beatificación, quienes acordaron vivir como hermanos en un principio. Sin embargo, por el consejo de su confesor, la pareja optó por dar hijos cristianos al mundo. Tuvieron siete hijas y dos varones. Estos últimos y dos de las niñas, murieron siendo pequeños. Las cinco hijas sobrevivientes se consagraron a la vida religiosa.
Luego de la muerte de su madre en 1877, Teresa se trasladó con toda la familia a Lisieux. Educada por las monjas Benedictinas de Lisieux, recibió la primera comunión el 8 de mayo de 1884, después de una intensa preparación. Poco más tarde, el 14 de junio, recibió la Confirmación. Su deseo era abrazar la vida contemplativa, al igual que sus hermanas mayores Paulina y María, en el convento de las monjas carmelitas de Lisieux, pero su corta edad se lo impedía.
Durante un viaje familiar a Italia en 1988, en la audiencia concedida en Roma por el Papa León XIII a los peregrinos de la diócesis de Lisieux, con tierna audacia pidió al Papa autorización para poder entrar en el Carmelo con tan sólo 15 años. El Papa le aconsejó oración, obediencia al Obispo y a la Superiora de la casa. Y así lo hizo Teresita, la más pequeña de su familia.
Ese mismo año ingresó en el Carmelo de Lisieux. Allí comenzó el camino de perfección trazado por la Madre Fundadora, Santa Teresa de Jesús, con auténtico fervor y fidelidad, y cumpliendo los diferentes oficios que le fueron confiados, entre los que estuvo ser maestra de novicias. Iluminada por la Palabra de Dios, y probada especialmente por la enfermedad de su queridísimo padre, Luis Martin, que falleció en 1894, continuó su camino hacia la santidad, inspirada en la lectura del Evangelio y poniendo al amor en el centro de todo.
Siguiendo instrucciones de su Superiora, Teresita escribió manuscritos autobiográficos, en los que nos dejó no sólo los recuerdos de su infancia y adolescencia, sino también el retrato de su alma y la descripción de sus experiencias más íntimas. Descubre y comunica a las novicias confiadas a sus cuidados: "Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta."
Recibe como don especial el encargo de acompañar con la oración y el sacrificio a los padres Belliére y Roulland, misionero en China. Teresita exclama: "¡Qué grande es el poder de la oración! Se diría que es una reina que en todo momento tiene acceso directo al rey y puede conseguir todo lo que le pide”. Penetra cada vez más en el misterio de la Iglesia y siente crecer su vocación apostólica y misionera para arrastrar consigo a los demás, movida por el amor de Cristo. El 9 de junio de 1895, en la fiesta de la Santísima Trinidad, se ofreció como victima inmolada al Amor misericordioso de Dios.
Algunos meses más tarde, durante la noche del jueves al viernes santo, sufrió hemoptisis (tos con sangrado), primera manifestación de la enfermedad que la llevaría a la muerte, y que ella acogió como una misteriosa visita del Esposo divino. Entró así en una prueba de fe que duraría hasta el final de su vida, y de la que ofrece un emotivo testimonio en sus escritos que fueron recogidos en el maravilloso libro “Historia de un Alma” y que ilustra de manera impresionante el grado de santidad al que había llegado, especialmente por el descubrimiento de su vocación en el corazón de la Iglesia.
Mientras empeora su salud, continúa el tiempo de prueba escribiendo, madurando plenamente en la perfección y descubriendo nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia, en bien de las almas que seguirán su camino. El 8 de julio es llevada a la enfermería, donde otras religiosas recogen sus palabras, a la vez que se le tornan más intensos los dolores y las pruebas, que soporta con paciencia hasta su muerte, acaecida en la tarde del 30 de septiembre de 1897.
Y dejó escrito: "Yo no muero, entro en la vida”. Sus últimas palabras, "Dios mío, te amo", sellan una vida que se extinguió en la tierra a los 24 años, para entrar, según su deseo, en una nueva fase de presencia apostólica en favor de las almas, en la comunión de los Santos, para derramar una "lluvia de rosas" sobre el mundo, lluvia de favores y beneficios que derramó y sigue derramando sobre la gente, especialmente para amar más a Dios.
Fue proclamada Patrona Universal de las Misiones, junto con San Francisco Javier. Su doctrina y su ejemplo de santidad han sido recibidos con gran entusiasmo por todas las categorías de fieles de este siglo, y también más allá de la Iglesia Católica y del Cristianismo. Al cumplirse cien años de su muerte, el Papa Juan Pablo II la declaró Doctora de la Iglesia por la solidez de su sabiduría espiritual, siempre inspirada en el Santo Evangelio.
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