"¿Por qué los escogidos nacen en familias depresivas y tóxicas?"
¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas parecen cargar el peso del mundo desde su nacimiento? ¿Por qué muchos de los escogidos por Dios nacen en hogares marcados por el dolor, la tristeza y, muchas veces, por situaciones tóxicas y aparentemente insoportables? Si sientes que la historia de tu vida está envuelta en sufrimiento y desafíos aparentemente inexplicables, quiero que sepas que no estás solo. Y más que eso: existe un propósito profundo y divino detrás de todo ello. Hoy exploraremos uno de los mayores misterios espirituales y desentrañaremos las razones por las cuales los escogidos de Dios a menudo enfrentan batallas emocionales tan intensas desde temprana edad.
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Primero, necesitamos reconocer que la Biblia está llena de historias de hombres y mujeres escogidos que enfrentaron tremendos desafíos desde su nacimiento. Piensa en José, hijo de Jacob, quien creció en una familia marcada por la envidia y la traición. Sus propios hermanos lo vendieron como esclavo. ¿Podría José haber imaginado, en ese momento de dolor, que Dios lo estaba preparando para salvar a toda una nación? En el capítulo 50, versículo 20 de Génesis, aprendemos que lo que los hombres planean para mal, Dios lo transforma para bien. ¿Te has detenido a pensar que tu historia podría estar escribiéndose en esa misma dirección?
El dolor emocional y espiritual que muchos enfrentan en hogares difíciles es, a menudo, una herramienta de Dios para moldear el carácter y preparar a Sus escogidos para algo grandioso. Tal vez te preguntes: "¿Pero por qué yo? ¿Por qué Dios me pondría en una familia que parece ser lo opuesto a lo que Él representa?" La respuesta se encuentra en el plan soberano de Dios. Él no solo permite estas experiencias, sino que las usa para enseñarnos a depender completamente de Él. Así como David fue entrenado en la adversidad mientras cuidaba ovejas y enfrentaba osos y leones, tú también estás siendo entrenado. Ese lugar de dolor puede ser, en realidad, el campo de entrenamiento donde Dios te está preparando para ser un instrumento poderoso en Sus manos.
Piensa en la historia de Moisés. Él nació en un tiempo de opresión y fue enviado al río Nilo, un acto desesperado de su madre para salvarlo de la muerte. Creció lejos de su familia biológica, en un entorno completamente ajeno a su identidad. Y aun así, Dios lo escogió para ser el libertador de Israel. Éxodo capítulo 2, versículos 1 al 10, muestra cómo, incluso en un comienzo marcado por la incertidumbre, Dios tenía un plan detallado para Moisés. La pregunta que debes hacerte es: ¿podrían los dolores y desafíos que enfrentas hoy estar preparándote para algo tan significativo como lo que Moisés logró?
¿Sientes que estás en una batalla constante contra la depresión, la ansiedad o los sentimientos de rechazo? Esto es comprensible, ya que los ataques espirituales contra los escogidos son intensos. El enemigo sabe que, si logra paralizar tu mente y tu corazón, puede intentar retrasar el cumplimiento del propósito de Dios en tu vida. Pero hay buenas noticias: mayor es el que está en ti que el que está en el mundo, como nos recuerda la primera carta de Juan capítulo 4, versículo 4.
La sanación comienza cuando entendemos que nuestra identidad no está en las palabras o las actitudes de aquellos que nos han herido. Nuestra identidad está en Cristo. Efesios capítulo 1, versículo 4 dice que fuimos escogidos antes de la fundación del mundo. Esto significa que Dios ya sabía quién serías, dónde nacerías y lo que enfrentarías. Y Él ya preparó los medios para tu victoria. No importa cuán dolorosa sea tu historia, Dios tiene el poder de restaurar todo.
Ahora, permíteme hacerte una pregunta importante: ¿te has preguntado cuál es tu papel en este plan divino? ¿Cuál es el propósito que Dios quiere realizar a través de ti? Escribe en los comentarios: "Estoy comprometido con la Verdad, que es la Palabra de Dios. Juan capítulo 17, versículo 7." Comparte también cómo has superado los desafíos de la vida, porque tu testimonio podría fortalecer la fe de alguien más.
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