El 03 de noviembre de 2024, el grupo ciclista de Tuluá, Valle del Cauca, conocido como LOS TOLUES, decidió emprender una nueva aventura en honor al paseo anual que realizan por esta época. Este año, además, había un motivo especial: ¡estrenarían sus flamantes uniformes nuevos! El destino elegido fue el encantador municipio de Salento, en el Quindío, y su objetivo era desafiarse con la ruta que conecta Salento con el mítico Alto de la Línea, a través de una carretera destapada que los llevaría hasta los 3,200 metros sobre el nivel del mar.
Al amanecer, con el sol apenas despuntando, el grupo se preparó para la subida, luciendo con orgullo sus nuevos colores. Entre bromas y risas, emprendieron el ascenso: algunos pedaleaban con fuerza y velocidad, otros lo hacían a un ritmo más pausado, pero todos se reencontraban en el camino, haciendo paradas para reagrupase, tomarse fotos y grabar videos que capturaran la emoción y la camaradería de la travesía.
El camino no solo ofrecía un paisaje majestuoso, sino que también estaba lleno de sorpresas. En su recorrido, se cruzaron con vacas peludas que pastaban tranquilamente, y encontraron campesinos que ofrecían un reconfortante agua de panela caliente con queso, una delicia que les dio fuerzas para seguir adelante. A lo largo de la ruta, el grupo tuvo la oportunidad de atravesar un bosque de pinos. Fue allí donde el grupo vivió un momento que arrancó carcajadas: su compañera Lorena necesitaba un baño, pero en el bosque no había ninguno cerca. Así que, con ingenio, sus compañeros improvisaron una especie de "habitáculo" usando un plástico viejo, donde ella pudo atender sus necesidades fisiológicas con un toque de privacidad y risas entre amigos.
La subida continuaba. La montaña les exigía más y más, y mientras algunos tomaban un respiro acostados sobre el césped, otros animaban a los rezagados. En el camino se cruzaron con ciclistas extranjeros que hacían la famosa ruta de Don Gil. Estos turistas, mayormente estadounidenses, pagan para que los lleven hasta el alto y luego descender en sus bicicletas, disfrutando la pendiente en un emocionante descenso.
Kilómetros más adelante, el grupo avanzaba; la altitud cobraba factura, pues partieron desde los 2,000 metros en Salento y ya estaban cerca de los 3,200 metros. Finalmente, los primeros en llegar al Alto de la Línea, en el sector conocido como La Carbonera, esperaron en el frío a que el resto de sus compañeros completaran la subida. La recompensa fue una foto grupal, símbolo de camaradería y triunfo ante la imponente montaña.
El descenso fue largo y helado, pero los paisajes, que parecían sacados de una postal, hacían que el esfuerzo valiera la pena. Concluyeron los 41 kilómetros de ida y vuelta regresando a Salento, donde los esperaba un suculento plato de trucha con patacón, el típico sabor de la región que ansiaban desde que comenzó la jornada. Después de descansar y asearse, el grupo se reunió una última vez para compartir en el parque y luego en una discoteca del pueblo. Al ritmo de aguardientes amarillos, recordaron el día, se contaron historias y fortalecieron aún más los lazos que los unen como amigos y compañeros de ruta.
Con las agujas marcando las 12:01, se retiraron a descansar, agradecidos por la experiencia y con una despedida en mente: "Gracias, Salento, Quindío. Hasta una próxima aventura".